-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

domingo, 27 de septiembre de 2009

Zenón de Elea

Desde luego, no fueron pocos los que se burlaron de lo que dijo Parménides. Pero se puede estar seguro de que el que se burla de un razonamiento no es muy listo y, por supuesto, no es filósofo (salvo en el sentido en que todos, en el fondo, lo somos, pero, como dicen algunos creyentes, somos “no practicantes”): “la risa es el tributo que paga el ignorante”, creo que dijo alguien.

Los menos ignorantes intentaron refutar a Parménides en su terreno, es decir, en el de los razonamientos. Intentaron probar que de la hipótesis de Parménides se siguen absurdos enormes (que no voy a desvelar, porque espero que lo intentéis vosotros, en la anterior entrada y en ésta misma).

Aquí es donde entra en escena Zenón de Elea, quien, según se cuenta, fue amante de su maestro Parménides hasta que le creció demasiado la barba. Luego, el amor entre ellos fue más bien puramente intelectual.

Zenón era un discutidor incansable, y un tipo con mucha personalidad. Se cuenta que cuando un tirano (digamos, un dictador) se hizo con el poder de la ciudad, Zenón, junto con otros, intentó derrocarle. Como le cogieron, el tirano le pidió bajo amenazas que delatase a sus compañeros. Aquí las versiones varían. Según unas, Zenón le dijo: “te lo diré al oído”, y cuando el tirano se acercó, Zenón le arrancó la oreja de un bocado. Otra versión dice que Zenón se mordió la lengua tan fuerte que se la arrancó, y se la escupió al tirano.

Bueno, pues en el asunto del ser y el no ser, Zenón inventó (o descubrió) unos cuantos razonamientos que intentan reducir al absurdo la teoría contraria a la de su maestro Parménides. Supongamos que es verdad que hay muchas cosas, y que cambian, como nos dice el sentido común. Pues esto tendría consecuencias aún más absurdas que lo que dice Parménides de que Todo es Uno. Voy a recordar sólo unos ejemplos, los que parecen más fáciles y que afectan a la realidad (o, lógica) del movimiento.

Aquiles y la tortuga.- ¿Alcanzará Aquiles a la tortuga, si le deja una ventaja de salida en una improbable competición? Los ojos nos dicen que sí, pero la razón, dice Zenón, dice que no. Porque antes de alcanzar a la tortuga Aquiles tendrá que alcanzar el punto donde estaba ésta cuando sonó el pitido de salida. En ese tiempo la tortuga se habrá desplazado algo, por poco que sea. Ahora Aquiles tendrá que alcanzar el nuevo punto, pero entre tanto la tortuga habrá tenido tiempo de ir un poco más allá. Y esto será siempre así. A no ser que la tortuga se quede quieta, siempre habrá una distancia entre ambos, salvo que Aquiles lleve una velocidad infinita.



Otra forma de verlo.- Si quiero recorrer una distancia, antes tengo que recorrer la mitad de esa distancia, y antes de eso, la mitad de esa mitad, y antes, la mitad de la mitad de la mitad… Si, según dicen los matemáticos, la distancia entre dos puntos contiene infinitos números reales, siempre será divisible cualquier distancia, es más, siempre será infinitamente divisible. Entonces ¿cómo se puede avanzar lo más mínimo? ¡Pensad que, en el infinito, la mitad es igual de grande que la distancia completa (entre 0 y 1 hay infinitos números, tantos como entre 0 y cien mil, ni más ni menos)!

Habrá una suculenta gratificación (además de la satisfacción intelectual del asunto) para quien dé la mejor respuesta posible a estas paradojas.

Parménides, el fanático de la razón

Si hay un fanático de la razón, ese es Parménides. No está dispuesto a creerse lo que no encaje con la lógica, aunque tenga que llegar a decir que todo lo que vemos es una apariencia o una especie de espejismo. Pero ¿quién, que se llame estudiante de filosofía, puede pasar sin oír hablar del ser y el no-ser, y de si esto es un sueño o no?

Hasta que llegó Parménides los filósofos, para hablar de todo, de toda la realidad, usaban el término Fisis (Physis), que podríamos traducir por “naturaleza de las cosas”. Cuando escribían un libro se titulaba ‘Peri physeos’, o sea, “Acerca de la naturaleza de las cosas”, o “De la realidad”. El propio Parménides parece que tituló así a su libro (escrito en verso), del que se conservan algunos fragmentos. Pero Parménides fue el primero (que sepamos) que se fijó en el Ser como asunto principal del pensamiento filosófico.

Como sabéis, ‘ser’ es el verbo más universal, se aplica a todo. Todos los demás verbos pueden traducirse por ‘es + un sustantivo o adjetivo’ (por ejemplo, ‘pasear’ = ‘ser paseante’). Eso quiere decir que todos los seres tienen en común eso, ser.

Este verbo se usaba en griego (como en latín, y en otras lenguas) con dos funciones o valores:

- Un valor es el copulativo, o sea, el que se usa para unir un sujeto con un predicado, como cuando decimos “el amor es lo más bonito del mundo” o “dos más dos es cuatro”. En ese caso queremos decir que el predicado informa de la naturaleza del sujeto, lo que el sujeto es. En el mejor de los casos, cuando respondemos bien a la pregunta ¿qué es x?, el predicado nos da la “Esencia” de x, del sujeto (por ejemplo, “Parménides es el fanático de la razón”).

El otro valor de ‘ser’ es el valor existencial o absoluto, que en castellano actual expresamos con “existe” o “hay”, como en “Existen los extraterrestres”, y que en griego se diría “los extraterrestres son”.

Pero, desde luego, alguna relación tiene que haber entre los dos valores, o sea, entre tener ciertas características o esencia, y existir. ¿Puede tener características lo que no existe? ¿Puede existir lo que no tiene características? ¿Puede algo tener más características que, simplemente, existir?

Asistamos a una conversación entre el viejo Parménides y el viejo Giorgios, en pleno parque de Elea, soleada villa de la costa italiana, en el siglo VI a. c.

Parménides.- Veamos, amigo: lo que es, es, y lo que no es, no es, ¿no estás de acuerdo?
Giorgios.- Para, para, no te lances, espera que lo piense. ¿A ver? Sí, lo que es, es, lo que no es, no es. Ya lo decía mi abuela.
Parménides.- A ver si decía esto también: pensamos lo que es.
Giorgios.- ¿Lo que es qué?
Parménides.- Lo que es ser, o sea, real. Si pensamos lo que no es, pensamos en nada. Y si pensamos en nada, no estamos pensando, aunque lo parezca.
Giorgios.- Si me tengo que parar a discutírtelo estamos aquí hasta mañana. Pero ¿a dónde quieres ir a parar?
Parménides.- A lo siguiente, ¿cuántos seres hay, en realidad?
Giorgios.- Yo no los he contado, tengo muchas cosas que hacer.
Parménides.- Pues no te hace falta, porque ya te digo yo que hay sólo uno, el Ser.
Giorgios.- Me informas de algo en extremo novedoso, que no sé si va a creerlo mi familia.
Parménides.- Si razonan, lo creerán. Diles: supongamos, por simplificar, que hubiese sólo dos, dos seres o cosas. ¿En qué se diferenciarían?
Giorgios.- Depende de qué cosas sean, dos habichuelas o dos perros de Esparta.
Parménides.- Serán, antes que nada, dos seres, dos cosas ¿no es así? Pero claro, en el ser no se diferencian. Y si no se diferencian en ser, se tienen que diferenciar en el no-ser. Uno no-es el otro, el otro no-es el uno ¿lo ves?
Giorgios.- Sigo sin ver tus ocultas intenciones.
Parménides.- Nada de ocultas, sino más claras que el agua de esa fuente. Hemos dicho que el no-ser no es ¿no? Entonces ¿cómo vamos a distinguir a las cosas mediante el no-ser? Pero tampoco se distinguen por el ser, porque todas son seres por igual. Así que no se distinguen en realidad.
Giorgios.- Lo veo y no lo veo.
Parménides.- Te pondré un ejemplo.
Giorgios.- Te lo agradezco dos veces.
Parménides.- Imagínate que todas las cosas fueran blancas. ¿Podrías distinguirlas?
Giorgios.- Por el tacto, o poniendo el oído.
Parménides.- Eso es, compañero. Pero fíjate que fuera del ser no hay nada, mientras que sí lo hay fuera del color. Así que no puedes distinguir las cosas por algo que haya fuera del ser, ni, desde luego, por el ser mismo. Luego llegamos a la conclusión de que Todo es Uno, aunque los mortales, que estamos más bien soñando, creemos que hay muchas cosas y que se mueven.
Giorgios.- [tras un breve silencio, pensando] Oye, Parménides, y esto… ¿para qué te sirve?
Parménides.- ¿Que para qué? Te acabas de ganar otro razonamiento. Cuando queremos algo o a alguien lo queremos por lo que es, él mismo ¿no?
Giorgios.- Claro, eso lo decía mi abuela también.
Parménides.- Pero cuando quieres algo para algo, o sea, por su utilidad, no lo quieres por sí mismo, sino por lo que puedes conseguir mediante él. Te pongo, por ejemplo, tu martillo, que sólo te acuerdas de él cuando tienes un clavo que clavar.
Giorgios.- Bueno, ahí te equivocas, que yo a mi martillo le tengo mucho cariño: era de mi abuela.
Parménides.- Me parece estupendo. Pues ya ves, cuando quieres verdaderamente a algo, no lo quieres para nada, sino para él mismo. ¿Estamos de acuerdo?
Giorgios.- No hay quien te calle, eso sí que es cierto. Pero pareces buena persona. Teófilo, mi cuñado, dice que eres un loco inofensivo.

Si uno es mínimamente filósofo, cuando escucha los razonamientos de Parménides no tiene más remedio que intentar darle una respuesta (incluso aunque le convenza). Filósofos posteriores, que de ninguna manera querían aceptar que todo, todo, todo lo que vemos sea pura apariencia, buscaron errores en el razonamiento de Parménides. Pero un pensamiento similar al de Parménides se encuentra en otras filosofías, sobre todo orientales (como en la corriente vedanta el hinduismo).

¿En qué te parece que falla (si es que falla) este buen hombre? ¿Te parece que alguien puede intentar, sensatamente, defender que Todo es Uno?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pitágoras

Pitágoras fundó una escuela en que había dos tipos de alumnos. Unos, los recién llegados, eran oyentes, sólo podían escuchar a discípulos del maestro, nunca a Pitágoras, y no tenían derecho a hacer preguntas. Aprendían sentencias útiles y les daban fe por venir de Pitágoras, sin recibir demostración alguna.
Los que, entre aquellos, demostraban más aptitudes para la filosofía, se convertían en “matemáticos”, discípulos directos, que escuchaban al mismísimo Pitágoras y podían hacerle preguntas y recibir razones.

Estos últimos aceptaban a la vez unas costumbres y formas de vida establecidas por Pitágoras. Entre ellas, no comer carne (o sea, eran vegetarianos), porque creían que todos los seres se pueden reencarnar en otra especie. Dedicaban su vida a intentar hacerse sabios y perfectos mediante el conocimiento.
Hoy tal vez diríamos que formaban una especie de secta filosófica o monasterio.

Por todo eso las enseñanzas de la escuela eran bastante secretas (herméticas), y es difícil saber qué creía el propio Pitágoras, quien, además, parece que no dejó ningún libro escrito.

La principal enseñanza que se le atribuía era que

la esencia de todas las cosas es Número.

Eso podría entenderse como que todo lo que vemos (o creemos ver), las cualidades tales como colores, sonidos, olores, y demás, son sólo apariencias, es decir, la forma en que se nos aparecen (por ignorancia nuestra) las cosas, que en sí mismas son de naturaleza cuantitativa, abstracta.

Dice la anécdota que esta teoría se le ocurrió a Pitágoras un día que oyó golpear varios hierros a un herrero y advirtió que los sonidos musicales (los de la escala) se corresponden con medidas matemáticas muy simples (1/2, 2/3, 3/4…)

La Ciencia moderna, que empezó con Galileo y compañía, busca la matematización de toda la naturaleza. Según Galileo, los números son el lenguaje en que está escrito el libro de la Naturaleza. Aunque los pitagóricos le daban también un sentido sagrado y metafísico a los números.

Ahora bien, existe una gran discusión filosófica: ¿Puede todo reducirse a número?

Algunos filósofos (y científicos que se ponen a filosofar), creen que sí. Entre los científicos modernos cabe mencionar al gran físico Heisenberg.

Otros, como Aristóteles, piensan, en cambio, que siempre habrá algo irreducible a número o a nociones geométricas, porque es imposible lógicamente, creen, explicar el movimiento y el cambio (el tiempo) a partir de simples nociones totalmente estáticas e inmutables.

¿Qué crees tú? Piénsalo un rato.

La teoría pitagórica del Número se aplica también al arte, a la producción de cosas bellas. Para un pitagórico lo bello es lo que cumple una buena proporción y orden, lo que se atiene a normas matemáticas muy simples. Buscad, por ejemplo, información sobre la Proporción Aúrea.

¿Crees que lo bello tiene una relación directa con la proporción y los números? ¿No son bellas algunas obras que muestran lo informe, como las de la última época de Goya o los Simpson?

Por supuesto el número principal era el Uno, al que consideraban el primero de los dioses y el elemento formal de todo el cosmos. Desde luego toda cosa tiene unidad, y sin unidad ninguna cosa tiene identidad. Por tanto lo Uno está en todas partes, aunque no está en ninguna en estado puro, porque en todos los seres está mezclado con otras características. El Uno puro está fuera de todas las cosas, como Dios.

El Dos era, claro está, el segundo en importancia. Lo llamaban la “madre” o matriz, porque el par sirve para duplicar cualquier cosa. Era, pues, el elemento material, que junto con lo Uno, daba lugar a todas las demás cosas.

Un número muy importante era la Década (el Diez), que era la suma de los cuatro primeros números (1+2+3+4). A este número lo llamaban la Tetractys, y se dice que juraban por ella (tan sagrada la creían –aunque a algunos dioses no les gusta que juren por ellos-).



La otra parte de su enseñanza era que el Alma es inmortal y se reencarna en otros cuerpos. (Esta enseñanza también la sostienen los hindúes, y puede ser que haya habido alguna influencia hindú en la enseñanza de Pitágoras).

Anaximandro


Escuchad lo que se cree que es el primer texto literal que se conserva de un filósofo, de Anaximandro de Mileto:

Allí de donde nacen las cosas, hacia allí vuelven al destruirse, por necesidad. Se pagan, unas a otras, retribución por la injusticia, según el orden del tiempo.

También nos dicen que según Anaximandro ese “lugar” del que sale y al que vuelve todo es lo Infinito o lo ilimitado (en griego apeiron “sin límites”). Y que lo llamó “Principio” (en griego arkhé (arjé)) y lo identificó con lo divino.

Anaximandro era, como Tales, de la colonia Mileto, y su idea filosófica principal se parece a la del Agua de Tales (al que en la antigüedad se consideró su maestro). Parece que ambos piensan en la sustancia o ser común a todos los seres, el fondo del que surgen todos y al que todos vuelven después de cometer la “injusticia” de existir, como las olas que son parte del mar vuelven a la masa indistinta de agua tras un breve periodo de “vida” aparentemente independiente.

Ahora bien

¿Por qué crees que cambió el agua por lo ilimitado?
¿Es eso un “avance” filosófico, o un retroceso, o ni una cosa ni otra?


Otra cosa:

¿Qué te parece que Anaximandro use el término “injusticia” para referirse a la vida individual?

martes, 22 de septiembre de 2009

Tales de Mileto


“Tales de Mileto ha dicho que el Agua es el Principio”.

Esto es lo que nos cuentan de Tales, el que pasa por ser el primer filósofo. ¿Qué quería decir con eso?


Para empezar, se trata de Todo, de todas las cosas. Existen muchas cosas (son múltiples, dicho en filosófico), pero todas forman parte o son aspectos del mismo mundo o cosmos. Lo Múltiple tiene que proceder de lo Uno, al menos eso nos pide nuestra razón. Por muy diferentes que sean en otros sentidos todas las cosas tienen que ser iguales en algo, algo que las haga a todas ser cosas del mismo y único mundo.

¿Qué es eso, esa “sustancia” única de la que está hecho todo? Esto es lo que parece que se preguntó Tales.

Podríamos comparar esa idea con lo que, en la física actual, llamamos Energía. Según se dice, la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Adopta diferentes estados, cada cosa es un estado de la energía, y toda cosa se transforma en otros estados de la energía. Pero ¿qué es, en sí misma, esa energía, que no es ninguno de sus estados, ni la luz, ni la masa, ni esto ni lo otro?

Otra forma de interpretar a Tales es, como hizo Aristóteles, desde el concepto de Materia. Todo está hecho de algo, y todas las cosas tienen que estar hechas de la misma materia prima. También se puede decir, de forma más abstracta, que lo que buscaba Tales es qué es el Ser en general, la naturaleza única de todos los seres.

* * *

Y dijo que esa naturaleza única, de la que todas las cosas están hechas y de la que surgen, para retornar a ella con el tiempo, es Agua. ¿Por qué?

Buscando analogías con la ciencia, se ha dicho que, en efecto, el elemento más común en el universo es el hidrógeno, que es las dos terceras partes del agua. Aristóteles supuso que lo que inspiró esa idea a Tales fue ver que toda vida necesita del agua.

El agua tiene algunas propiedades que la convierten en candidata para ser una sustancia primigenia: es homogénea, o sea, no tiene partes (visibles), es continua, es fuente de vida…

Muchos mitos ya habían colocado el Agua en el principio de las cosas.

* * *

Pero la siguiente cuestión que uno se puede plantear es:
Si todo procede de una misma sustancia o naturaleza única, ¿qué es lo que ha dado lugar a que esa materia se divida en tantos seres y tan diferentes? ¿Puede ser el propio Agua, que tenga en sí misma ese movimiento, o hace falta algo exterior que haga las cosas a partir del Agua?



Sobre qué dijo Tales de esto hay dudas. Aristóteles le reprocha no explicar cómo salen las cosas a partir de esa materia indefinida que es el agua. Pero, según cuenta otro escritor (Cicerón), Tales dijo también que hay un principio divino, la Inteligencia, que ha creado todas las formas y dividido a la materia o sustancia primigenia.

Es posible que pensase así, porque se le atribuye haber dicho, también, que

todo está a la vez animado y lleno de espíritus. La Humedad elemental es penetrada por el poder divino, que la pone en movimiento.

¿Qué opinas sobre estas teorías? ¿Te parecen muy extrañas, o te resultan lógicas y, hasta cierto punto, convincentes?

jueves, 17 de septiembre de 2009


Os enlazo un breve video donde un divulgador científico muy famoso da cierta versión de lo que fue el origen de la filosofía. Es una versión muy querida por el sentido común científico de nuestra época, pero tal vez confunde las cosas y no da con lo más importante, al menos desde un punto de vista filosófico.

Me gustaría que comentáseis qué visión se da ahí de lo que fue el nacimiento de la filosofía y se opine argumentadamente si es o no (y en qué) correcta esa visión de ese "acontecimiento".