-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

viernes, 30 de octubre de 2009

El mico de la taberna



Puedes ver, también

http://www.dailymotion.com/video/x8iz19_cortometraje-el-mito-de-la-caverna_webcam

¿Es esto una buena metáfora de la situación humana? ¿Te ves como un preso de la ignorancia, cuyo sentido en la vida sería salir a la luz de las Ideas? ¿Ves a la humanidad así, intentando salir del fanatismo y la ignorancia?

miércoles, 28 de octubre de 2009

¿Qué es el hombre?

¿Qué es el HOMBRE, según Platón?

Muy fácil. Como todo ser, tiene dos aspectos:
- uno esencial y propiamente real, que es la MENTE (psique)

- y otro aparente, simple expresión de la mente, que es el CUERPO (soma).

El aspecto exterior, o cuerpo, está sometido, como todo lo sensible, al tiempo y al espacio. Pero la mente es inespacial e intemporal, es decir, es INMORTAL, lo cual se prueba claramente con el siguiente argumento:

1) Existen ideas intemporales e inespaciales, no sensibles
(si no hubiese ideas que no cambian, no podría haber conocimiento ni, para nosotros, realidad alguna, porque una verdad que cambia no es ninguna verdad)
2) Tú sabes que existen, y conoces y eres consciente de algunas de ellas.

Por ejemplo sabes que 2+2 = 4, y que era así antes de que nacieses y será después; y no es una verdad simplemente hipotética o probable, sino necesaria (no podemos pensar que fuese de otra forma).
3) Lo que tiene la capacidad de comprender algo, tiene que ser de la misma naturaleza que aquello que comprende.

Algo finito no puede contener algo infinito, algo temporal no puede comprender lo intemporal, tal como una cosa sólo se puede calentar si es corpórea. Una mente sólo puede entender o abarcar aquello que es afín a ella.
4) CONCLUSIÓN. La MENTE es afín a las IDEAS, luego es INEXTENSA e INTEMPORAL, como ellas.

La Mente humana no es simple, porque si no haría siempre lo mismo y no estaría en lucha consigo misma. La Mente humana consta de tres “partes” o aspectos, que tienen su reflejo en tres partes principales del cuerpo:

1) ENTENDIMIENTO (inteligencia, razón…). Es la parte capaz de entender y comprender. Piensa. Conoce las Ideas, entre ellas, la Idea de las Ideas, la de la Perfección, aunque a veces no sabe que la conoce, la tiene en estado virtual o en olvido.
2) FUERZA DE VOLUNTAD (capacidad “irascible”). Es la capacidad de poner en práctica lo que dice la inteligencia, y de controlar nuestros actos, aunque sea a veces haciendo fuerza contra nosotros mismos (dominarnos).
3) DESEOS. Es la capacidad de apetecer satisfacción.
Cuando decide la inteligencia, ejecuta la voluntad y se somete el deseo, uno actúa correctamente, y será feliz. Cuando es el deseo el que gobierna, sin control... chungo.

Esto lo expresa Platón mediante el símil del carro:


¿Te convence la demostración de Platón de que ERES INMORTAL, es decir, INTEMPORAL? ¿Por qué?
¿Crees que, de ser válida y convincente, supondría un cambio para la vida de la persona que se convenza de ello?


¿Crees que el esquema de Platón explica bien cómo funcionamos? ¿Se te ocurren ejemplos en que no encaje?

lunes, 26 de octubre de 2009

creer y saber

El conocimiento que tenemos normalmente de las cosas no es más que simple OPINIÓN (doxa, en griego), ni siquiera se debería llamar conocimiento. No es saber, sino simple creer. ¿Por qué?

Porque consiste en una serie de imágenes (“provenientes” de la sensación), y:

-Ninguna imagen expresa o representa adecuadamente sus verdaderas características. Por ejemplo, una imagen de lo Rojo no es rojo puro, una imagen de la unidad no es lo Uno, una imagen mía no soy YO, una imagen de lo bueno no es lo Bueno mismo.

-Las verdaderas esencias no pueden darse en grados, ni pueden existir en un momento y dejar de existir en otro.

Y, sin embargo, sin esas Ideas (Rojo, Uno, Humano, Bien…) no se pueden ni entender las imágenes.

Así que las imágenes son secundarias. Quien sólo conoce con la imaginación (y la sensación es un tipo de imaginación), no conoce realmente. Toda imagen es APARIENCIA.
No son sólo imágenes o apariencias las que vemos por ilusión óptica o reflejo (como las de los espejos, a las que Platón llama eikasía) sino todo lo que creemos que es realidad, porque no es más que simple creencia (pistis, en griego).

Pero ¿cómo es, entonces, el auténtico SABER (episteme, en griego), el verdadero conocimiento? El verdadero conocimiento es RACIONAL, no sensible. Lo racional tiene todas las características que tiene que tener lo real, o sea, ser de forma pura (no mezclada o borrosa) lo que es. La esencia de cada cosa es lo que realmente es esa cosa, no lo que parece. Mi esencia soy YO.

Pero dentro del conocimiento racional Platón distingue dos tipos posibles:

-El Razonamiento (Diánoia) es un uso de la razón para tratar con datos o supuestos no racionales.

Por ejemplo, yo supongo que sé lo que es un Punto, una superficie y cosas así y puedo desarrollar toda la GEOMETRÍA, definiendo los conceptos más complejos a partir de esos simples que he dado por supuestos. Otro ejemplo: supongo que sé lo que es el Espacio, el Tiempo, y cosas así, y puedo desarrollar toda la FÍSICA MECÁNICA, al menos a nivel abstracto (luego tendría que comprobar que funciona al aplicarla a los hechos que percibo). O sea, la Diánoia es lo que hoy llamamos CIENCIA. En época de Platón a este tipo de conocimiento se le llamaba MATEMÁTICA.

Para Platón esto no es todavía un conocimiento puro y auténtico, que llegue a la esencia de las cosas. ¿Por qué?
Pues precisamente porque su punto de partida son supuestos que no podemos explicar.

Por ejemplo, qué es un Punto, qué es Espacio, qué es Tiempo. ¿De dónde los hemos sacado? De la Imaginación y la sensibilidad, es decir, de ese conocimiento inadecuado que tenemos, del que no podemos dar cuenta correctamente.

-El conocimiento perfecto (que Platón llama nóesis, en griego) tendría que poder comprenderlo todo perfectamente. Para eso no puede fiarse de ninguna creencia que hayamos sacado de la imaginación. Puede partir de los mismos supuestos que la ciencia, pero en vez de darlos por sabidos y ponerse a deducir cosas desde ellos (yendo “hacia abajo”) debe preguntarse qué son.

O sea, que

-mientras el científico dice “supongamos conocidos los siguientes términos: Unidad, Suma, Igualdad…, entonces podemos definir el Dos como Igual a la Suma de Uno más Uno, etc”,
-en cambio el Dialéctico o Filósofo dirá: “¿Qué es la Unidad? ¿Qué es la Sumabilidad (Sumar)? ¿Qué es la Igualdad?”. Y seguirá el camino “hacia arriba”, buscando cada vez Ideas más universales y fundamentales a partir de las cuales definirlo todo.

¿Hasta dónde se remontará? Hasta que llegue a la Idea (o Ideas) que sea(n) tan evidente(s) por sí misma(s) y tan indefinibles por las demás, que no se pueda ir más allá. Esto será lo No-Hipotético (anhypotheton, en griego). Como sabemos, esa Idea es la de lo UNO-BIEN en sí.
¿Cómo captamos esas Ideas o esencias puras? No puede ser (ya lo sabemos) ni mediante la imaginación (ninguna imagen se corresponde con la Idea) ni siquiera mediante el razonamiento científico. Tiene que ser por una especie de INTUICIÓN INTELECTUAL, que “ve” racionalmente lo que una cosa es en sí misma.

Todo esto lo expresa Platón en el SÍMIL DE LA LÍNEA, en que distingue cuatro grados de conocimiento, dos de ellos del campo de la OPINIÓN (la imagen –eikasía- y la creencia –pistis-) y dos del campo de la RAZÓN O SABER (el razonamiento –diánoia- y la comprensión pura –nóesis-).

¿Crees que hay o puede haber un conocimiento superior a la ciencia (como el que describe Platón) o que eso no es más que una ilusión de un filósofo?

miércoles, 21 de octubre de 2009

Preguntas más frecuentes acerca del mundo de las Ideas.

He aquí algunas de las cosas que usted siempre quiso saber sobre las IDEAS platónicas y nunca se atrevió a preguntar:

A) ¿Cuánta Idea tienes?

¿de Cuántas cosas hay Ideas, según Platón?
A ver... tiene que haber:

- Ideas de tipo lógico, tales como lo Mismo (Idéntico) lo Otro (Diferente). ¿Podríamos pasar sin ellas?

- Ideas matemáticas, tales como Dos, Par, Infinito…

- Ideas de valores morales y estéticos, tales como Bueno, Justo, Bello, etc.

-Ideas de especies naturales, como Humano, Caballo, Gardenia, Piedra Pomez, etc

-Ideas de… Pero bueno, ¿vamos a caer a idea por barba?

Pues sí, según Platón. Claro que en esto no todos los estudiosos de Platón están de acuerdo, pero aquí el profesor soy yo, y digo que según Platón TODA COSA TIENE SU ESENCIA, es decir, de todo fenómeno hay una verdad completamente racional y por tanto, eterna, inmutable y necesaria. Hasta de la basura, como se dice en un diálogo de Platón. Por tanto, eso de que sólo existen ideas de propiedades generales no es verdad. Hay también MI IDEA, y la IDEA DE MÍ AHORA. De lo que no hay Idea no puedes tener... ni idea.

B) ¿Se pueden comprar o vender?

En grandes superficies… bueno, en superficies infinitas, pero inextensas. Su precio no varía, son un valor seguro. Además, su precio coincide siempre con su auténtico valor.


C) ¿Qué relación hay entre las Ideas y las "cosas" que vemos o fenómenos?

Los fenómenos, según Platón PARITICIPAN DE las Ideas, es decir, toman de ellas su esencia, son como reflejos de las Ideas, son el aspecto distorsionado en que nosotros percibimos las Ideas o Esencias reales, por nuestra bendita ignorancia.

D) ¿Cuáles son las más importantes?

La importancia o jerarquía de una Idea se mide por su necesidad para que sean pensables (y por tanto, tengan realidad) las otras. Por ejemplo, si no existe la idea de Identidad (ser uno mismo) no existirá la Idea de Caballo, pues el caballo tiene que ser él mismo. Así que la Identidad es más Idea que el Caballo.

Y ¿cuál es la Idea que es participada por todas pero no participa de ninguna?
Es una Idea que tiene diferentes aspectos. Por lo menos estos dos:

-Es la Idea de Bueno, lo Bueno en sí, lo Perfecto.

-Es la Idea de Uno, lo uno en sí, lo indivisible.

¿Por qué? Explicaré yo el caso de la Unidad y dejo para vosotros el de lo Bueno. Desde luego si una cosa no tiene unidad, no es nada. Pero salvo la unidad misma, todo carece en cierta forma de unidad verdadera. Aunque estamos hechos a la Idea de que somos un conjunto de diversas partes (mi páncreas, mis brazos, etc.) ¿cómo puedo ser UN SER, si tengo partes?

Según Platón todas las ideas participan de la idea del Bien. Es el Bien en sí el que produce todo y lo hace comprensible. Hasta el matemático necesita la Idea del Bien. Sin ella no podría hacer ni matemáticas.
¿Cómo es esto? ¿Por qué cree Platón tal cosa?

martes, 20 de octubre de 2009

¿No tenemos ni Idea?

Si uno (Platón, por ejemplo) quiere saber qué es bueno para una persona, antes debe saber qué es una persona (conócete a ti mismo, que decía Apolo), y para eso necesita saber qué son las cosas, qué es la realidad.

¿Sabemos qué son, en realidad, las cosas?

Por supuesto, todo el mundo está aquí, en la realidad, así que sabe lo que es la realidad:

-La realidad es lo que vemos, oímos, olemos, tocamos… o lo que podemos ver, oír, oler, tocar… o sea, en una palabra, lo que podemos Percibir, lo SENSIBLE. Y ¿cómo es lo sensible?

-La realidad, lo sensible, está situado en el ESPACIO y en el TIEMPO: todo ocupa un lugar (más grande o más pequeño) y dura un tiempo (más corto o más largo). Como ocupa un lugar y un tiempo, toda realidad CAMBIA, está sujeta al DEVENIR (como dicen los filósofos). Tú, por ejemplo, no existías hace unos años; luego “viniste al mundo”, como se suele decir, es decir, naciste; luego has ido creciendo, transformándote de un mico de teta en una persona hecha y derecha...; envejecerás, te arrugarás y morirás, desaparecerás para siempre jamás. Y lo mismo le pasa a cualquier otra cosa. Esto es la realidad. El movimiento no se para. Si se parase una cosa se pararían todas, y no lo notaríamos, ni pasaría nada, porque el tiempo no es más que medida del cambio.

-Porque todo lo que existe es CONTINGENTE, o sea, no es necesario, ni será nunca igual.

Esto es la realidad. ¿Sí? Pero… ¿qué es cada cosa, entonces? ¿Qué soy yo, si estoy continuamente cambiando? Para ponerlo más fácil, ¿qué es este bolígrafo? A ver: es un objeto cilíndrico, rojo, rígido o duro… Pero todo esto no son más que ADJETIVOS, y además, pueden estar o no estar. Lo cilíndrico puedo moldearlo (calentándolo, por ejemplo) y hacerlo rectangular; lo rojo puede cambiar de color…

Pero ¿qué pasa con las IDEAS de Cilindro, Rojez, Dureza...? Estas, ahora que me doy cuenta, no tienen las mismas características que he dicho que tiene la realidad, sino las contrarias:

-No son sensibles: no puedo ver el Cilindro, puedo ver cosas cilíndricas. El Cilindro no tiene unas dimensiones concretas, es perfectamente cilíndrico (no como las cosas cilíndricas de la “realidad”). Lo mismo pasa con el círculo, con la rojez, con la dureza. Las ideas no están entre los objetos que puedo ver. Sin embargo sí puedo pensarlas, con el entendimiento. Son INTELIGIBLES, pero no sensibles.

-¿Son espacio-temporales? No. El Cilindro, el Círculo, la Rojez, no están en ningún lugar en concreto, ni existe en un tiempo. Es absurdo pensar que hubo un tiempo en que el Cilindro no tenía las propiedades que tiene ahora. Las Ideas son inespaciales, atemporales. Si supongo que el mundo desaparece ahora mismo, no por eso puedo pensar que 2+2 dejan de ser 4. Y si el mundo material no existió alguna vez, aún así las Ideas eran como son, y lo serán siempre. Mejor dicho, no tienen nada que ver con el tiempo y el espacio.

-Además, por eso mismo, las Ideas no cambian, son INMUTABLES. Una cosa cilíndrica puede hacerse cuadrangular, una cosa roja puede volverse blanca, pero el Cilindro no puede convertirse en Cuadrángulo, ni la Rojez puede hacerse Blancura.

-Las Ideas son Sustantivas, es decir, cada una se define por ser ella misma: lo Blanco (o sea, la Blancura) lo Círculo (la Circularidad), lo Bello (la Belleza), etc. Las Ideas son las Esencias, es decir, el Qué es cada cosa.

-Así que las Ideas o Esencias tienen necesariamente las propiedades que tienen.

Tengo, por tanto, dos tipos de “cosas”:

-los fenómenos, que son particulares (localizados espacio-temporalmente), cambiantes, sensibles, contingentes, sus propiedades son Adjetivas; y

-las Ideas, que son universales (atemporales, inespaciales), inmutables o eternas, necesarias.

¿Cuáles de estos dos tipos de cosas son reales, verdaderamente reales? Posibles respuestas:

A) Las Ideas no existen realmente. Sólo son reales las cosas materiales.

A1) Las Ideas no existen en absoluto, son ficciones, inventadas por nosotros.
A2) Las ideas no son del todo ficciones, sino productos de nuestra mente, humana, mediante las cuales entendemos la realidad.

B) Las Ideas son reales, existen por sí mismas, de forma independiente a los fenómenos materiales.

B1) Las Ideas existen aparte del mundo material, y gracias a ellas conocemos a éste.
B2) Las Ideas no sólo son reales, sino que son la verdadera realidad. El mundo físico es una ilusión, una forma distorsionada en que percibimos las Ideas, debido a nuestra ignorancia.

¿Cuál te parece más razonable y por qué?

lunes, 19 de octubre de 2009

Platón. Pensar antes de hacer.

"Antes, cuando yo era joven, sentí lo mismo que les pasa a otros muchos: tenía la idea de dedicarme a la política tan pronto como fuera dueño de mis actos. Entonces se produjo una revolución; al frente de este cambio político se establecieron como jefes cincuenta y un hombres. Ocurría que algunos de ellos eran parientes míos y me invitaron a colaborar en trabajos que, según ellos, me interesaban. Lo que me ocurrió no es de extrañar, dada mi juventud: yo creí que iba a gobernar la ciudad sacándola de un régimen injusto para llevarla a un sistema justo, de modo que puse una enorme atención en ver lo que podía conseguir. En realidad, lo que vi es que en poco tiempo hicieron parecer de oro al antiguo régimen; entre otras cosas enviaron a mi querido y viejo amigo Sócrates, de quien no pondría ningún reparo en afirmar que fue el hombre más justo de su época, para que, acompañado de otras personas, detuviera a un ciudadano y lo condujera violentamente a la ejecución. Pero Sócrates no obedeció y se arriesgó a toda clase de peligros antes que colaborar en sus iniquidades. Viendo, pues, todas estas cosas, me indigné y me abstuve de las vergüenzas de aquella época.
Poco tiempo después cayó el régimen de los Treinta, y otra vez me arrastró el deseo de dedicarme a la política. Pero la casualidad quiso que algunos de los que ocupaban el poder hicieran comparecer ante el tribunal a nuestro amigo Sócrates y presentaran ante él la acusación más inicua y más inmerecida. Al observar yo todas estas cosas, cuanto más atentamente lo observaba más difícil me parecía administrar bien los asuntos públicos. Entonces me vi obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en la vida pública como en la privada"
.
[Platón. Carta vii. Extractos]

¿Creéis que es sensato quedarse sentado hasta saber qué es lo Justo, antes de tomar ningún partido contra las injusticias?
¿Cuántos políticos se habrán preguntado a fondo qué es la Justicia? ¿Se llega así a la política?

miércoles, 14 de octubre de 2009

Sócrates III, la cárcel, el veneno y la filosofía

Sócrates fue condenado a muerte, acusado de introducir falsas creencias sobre los dioses y de corromper a la juventud. Durante el juicio, en que se defendió él sólo, hablando a su modo coloquial y sin retórica, demostró que los que le acusaban no tenían ni idea de cómo hay que educar a la juventud, aunque desde luego tenían claro que eso de dedicarse a conocerse a sí mismos y buscar qué es bueno en sí mismo, no iba a hacer precisamente ricos y poderosos a los chavales que se habían engatusado con el indeseable de Sócrates y sus preguntas.

No se rebajó, como otros en su situación, a pedir clemencia llorando ni a aceptar lo que le pedían, o sea, que dejara de incordiar con sus preguntas y se callara de una vez, sino que dijo que lo justo sería que le alimentase el estado de Atenas hasta su muerte:

Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca porque considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, allí debe, según creo, permanecer y arriesgarse sin tener en cuenta ni la muerte ni cosa alguna, más que la deshonra. (…) Al ordenarme el dios, según he creído y aceptado, que debo vivir filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás, si abandonara mi puesto por temor a la muerte o a cualquier otra cosa.
Atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, también quizá me diferencio en esto de la mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si dijera que soy más sabio que alguien en algo, sería en esto, en que no sabiendo suficientemente sobre las cosas del Hades, también reconozco no saberlo. Pero sí sé que es malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparación con los males que sé que son males, jamás temeré ni evitaré lo que no sé si es incluso un bien.

En su última conversación con unos amigos intentó convencerles de que la filosofía es una preparación para la muerte, y que la muerte no es real, porque no puede afectar al alma, que es la esencia del hombre.

Así cuenta Platón sus últimos momentos:

El sol estaba ya cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el servidor de los Once y, deteniéndose a su lado, le dijo:
-Oh Sócrates, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se irritan contra mí y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también bien sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario. Y rompiendo a llorar, se dio la vuelta y se retiró.
Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo:
-También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos. -Y, dirigiéndose después a nosotros, agregó-: ¡Qué hombre tan amable! Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de vez en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora ¡qué noblemente me llora! Así que, hagámosle caso, Critón, y que traiga alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no que lo triture nuestro hombre.
-Pero, Sócrates -le dijo Critón:- el sol, según creo, está todavía sobre las montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la orden, y tras haber comido y bebido a placer, y algunos, incluso, tras haber tenido contacto con aquellos que deseaban. No te apresures, que todavía hay tiempo.
-Es natural que obren así, Critón -repuso Sócrates-, ésos que tú dices, pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco después, que el de hacer el ridículo conmigo mismo, mostrándome ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna. Anda, obedéceme - terminó - y haz como te digo.
Al oírle, Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su lado. Salió éste, y después de un largo rato regresó con el que debía darle el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó:
-Y bien, buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer?
-Nada más que beberlo y pasearte - le respondió - hasta que se te pongan las piernas pesadas, y luego tumbarte. Así hará su efecto.
Y, a la vez que dijo esto, tendió la copa a Sócrates.
La tomó éste con gran tranquilidad, sin el más leve temblor y sin alterarse en lo más mínimo ni en su color ni en su semblante, miró al individuo de reojo como un toro, según tenía por costumbre, y le dijo:
-¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna divinidad? ¿Se puede o no?
-Tan sólo trituramos, Sócrates - le respondió - la cantidad que juzgamos precisa para beber.
-Me doy cuenta - contestó -. Pero al menos es posible, y también se debe, suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto es lo que suplico: ¡que así sea!
Y después de decir estas palabras, lo bebió conteniendo la respiración, sin repugnancia y sin dificultad.
Hasta este momento la mayor parte de nosotros fue lo suficientemente capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y contra mi voluntad, me caían las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo. Critón, como aún antes que yo no había sido capaz de contener las lágrimas, se habia levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no había cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no conmoviera. Pero entonces nos dijo:
-¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Venga, estad tranquilos y mostraos fuertes.
Y, al oirle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. El, por su parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el veneno le cogió los pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego, le apretó fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A continuación hizo lo mismo con las piernas, y yendo subiendo de este modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y le siguió tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría. Tenia ya casi fría la región del vientre cuando, descubriendo su rostro -pues se lo había cubierto -, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras:
-Critón, debemos un gallo a Asclepio [el dios de la medicina]. Pagad la deuda, y no la paséis por alto.
-Descuida, que así se hará - le respondió Critón -. Mira si tienes que decir algo más.
A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento, y el hombre le descubrió: tenía la mirada inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.
Asi fue el fin de nuestro amigo, de un hombre que, podríamos afirmar, fue el mejor a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos.

¿Por qué diría Sócrates esas últimas palabras? ¿Qué creeis que significan?
¿Necesitamos aprender a morir? ¿Sócrates puede enseñarnos algo de eso?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sócrates II: La ignorancia de los que saben y la sabiduría del que busca

¿A dónde puede ir uno si quiere hacerse sabio? (Pero sabio, no en ordenadores o en zapatillas, sino sabio en… la vida, digamos a lo cursi). Si uno quería hacerse sabio en la Atenas de Sócrates podía encaminarse a la escuela de algún sofista (bueno, necesita dinero también).

Pero a Sócrates no le dejaba satisfecho lo que esos sabios querían o podían enseñarle... (además, no andaba muy bien de fondos para costearse el curso avanzado) ¿Por qué?
¿Qué te enseñaban estos grandes hombres? La mayor de las habilidades, aseguraban, la que las usa a las demás, y la que te puede hacer más poderoso: la de convencer.

Gorgias, para explicarle el gran poder de la retórica a Sócrates, le cuenta cómo muchas veces él, Gorgias, que no sabe ni jota de medicina, acompaña a su hermano, que es un gran médico, y sólo él, Gorgias, con su saber hablar, convence al enfermo de que se tome la medicina o se deje amputar. Y lo mismo podría decirse de la política (¿habría llegado Hitler tan lejos si no hubiesen tenido ese poder de atracción?) o de cualquier otro asunto.

Pero ¿cómo puede ser, preguntaba entonces Sócrates, que convenza más alguien que no sabe de un asunto que el que sí sabe? ¿Por qué la simple y desnuda verdad no convence a algunos? ¿A quienes convence más la apariencia que la verdad?

A ver, ¿haría falta Gorgias en un congreso de medicina para convencer a los médicos de un nuevo descubrimiento? ¿O en un congreso de herreros, o de matemáticos? No, porque estos no se dejarán convencer por la retórica (bueno, aquí hay mucho que decir, pero digamos que, en la medida en que sean médicos, herreros, matemáticos… se fiarán sólo de argumentos veraces). Entonces... es sólo a los ignorantes a los que convence la retórica.

De todas formas, sería muy útil esa técnica allí donde nadie es más sabio que los demás, por ejemplo, en una junta de vecinos. O... en una campaña electoral.

Aquí viene la segunda pega de Sócrates. ¿Es útil tener ese poder? ¿Útil para qué? Por supuesto, para conseguir nuestros fines. Pero ¿cuáles? ¿Sabemos cuáles son esos?

No, para eso necesitaríamos antes saber qué es un ser humano y qué nos conviene.

¿Qué es el hombre? (según Kant esta es la pregunta que encierra a todas las preguntas filosóficas):

Conócete a ti mismo

(gnothi seauton, en griego), decía la inscripción del templo de Apolo en Delfos, y Sócrates lo consideró siempre el primer (y quizás último) mandamiento.

Pero en la búsqueda de uno mismo la retórica no sirve para nada. Sería engañarse a sí mismo.


Y ¿sabe el sofista qué es lo bueno?

Los sofistas solían contestar a Sócrates una de dos:
-O que todo el mundo lo sabe
-o que nadie lo sabe, porque si no hay una verdades absolutas, menos aún las hay en el tema de lo bueno y malo.

Pero, creía Sócrates que es evidente que no todo el mundo lo sabe ni cree saberlo, porque ni siquiera están de acuerdo.

¿Será, entonces, que no hay nada en sí bueno o malo, sino lo que uno decida o prefiera?

Lo bueno es lo que quiere cada uno, y quien más poder tiene impone sus gustos (pensaba un sofista, llamado Trasímaco).
Pero, objeta Sócrates ¿y si el poderoso es ignorante, y manda algo que le perjudica?

Supongamos que unos extraterrestres te hacen el mejor regalo: una máquina con la que puedes controlar a todas las personas. Puedes destruir o dañar a quien no te obedezca, y nadie te la puede arrebatar, porque detecta a los intrusos y los daña. ¿Esa máquina te acercaría más a la felicidad?



Sócrates, en cambio, confesaba abiertamente que no sabía realmente nada, porque no sabía quién era y qué le convenía. Lo que sí sabía es que no lo sabía, y que debía dedicar todo el tiempo que pudiese a saber eso antes que nada, si no quería vivir (como, por desgracia, le pasa a la mayoría) siguiendo ciegamente el camino trazado.
Así lo cuenta él en su defensa ante el jurado (según la versión de Platón):

De mi sabiduría, si hay alguna y cuál es, os voy a presentar como testigo al dios que está en Delfos. Pues bien, una vez mi amigo Querefonte fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio. Durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir el oráculo. Más tarde, a regañadientes, me puse a investigarlo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios. Ahora bien, al examinarle, me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio, y especialmente lo creía él mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que el creía ser sabio, pero que no lo era. Así me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Después de esto iba yo uno tras otro y, ¡por el perro!, me pareció que los de mayor reputación estaban casi carentes de lo más importante para el que investiga según el dios. A causa de esta investigación, atenienses, me he creado muchas enemistades, y han surgido muchas tergiversaciones y el renombre de que soy sabio. Es probable que el dios sea en realidad sabio y que en este oráculo diga que la sabiduría humana es digna de poco o de nada. Y parece que habla de Sócrates como si dijera: ”es el más sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría. [Platón. Apología de Sócrates. 20e y ss. Extractos]

O sea, los que no saben, y ni siquiera saben que no saben, enseñan (y cobran sus enseñanzas, sus discursos llenos de afirmaciones contundentes). Quien sabe que no sabe y busca el saber, no adoctrina, sino que dialoga, y nunca cobra nada por sus palabras. ¿Te suena este fenómeno?

Más curioso aún: los que no saben ni siquiera su ignorancia de lo que es valioso, sostienen que no hay nada que averiguar sobre lo que es bueno (o lo saben ya todos o nunca lo podrá saber nadie); sin embargo, quien sabe que no sabe, cree que se podría llegar a saber qué es lo bueno.


¿Sabe la gente lo que es bueno? ¿Quiénes lo saben?
¿Qué relación tiene esta cuestión con la de la utilidad?

martes, 6 de octubre de 2009

Sócrates I, la belleza interior, o el envoltorio de la nada

Sócrates fue un hombre, ateniense, que se dedicó toda su vida a buscar en sí mismo y a dialogar con quien se ponía a tiro (y se lo permitía su ángel de la guarda) sobre qué es lo verdaderamente bueno.

Era bastante humilde en su modo de vida (andaba descalzo y nunca juntó mucho dinero), se cuenta que era muy honesto e inflexible con la justicia (no se dejó manipular por ciertos políticos, aunque se jugó con ello la vida) y, según todos los que le conocieron, era feo, cosa que no tiene nada de bonito en una sociedad donde casi todo el mundo cuida su imagen y piensa que es lo mismo lo que eres y lo que pareces (y ¿cómo van a ser cosas diferentes?). Así lo describió alguien (alguien que le quería):

"A Sócrates, señores, yo intentaré elogiarlo de la siguiente manera: por medio de imágenes. En mi opinión es lo más parecido a esos silenos que hay en los talleres de escultura que fabrican los artesanos con siringas o flautas en la mano y que, cuando se abren en dos mitades, aparecen con estatuas de dioses en su interior. Y afirmo además que se parece al sátiro Marsias. Que eres semejante a éstos, al menos en la forma, Sócrates, ni tú mismo podrás discutirlo. Pero también te pareces en lo demás. Tú te diferencias de él sólo en que sin instrumentos, con tus meras palabras haces lo mismo.

Cuando le escucho, mi corazón palpita más que el de los poseídos. Sólo ante él de entre todos los hombres he sentido lo que no se creería que hay en mí: el avergonzarme ante alguien. Sabed que no le importa nada si alguien es bello, ni si es rico, ni si tiene algún otro privilegio de los celebrados por la multitud. Por el contrario considera que todas estas posesiones y que nosotros no somos nada. Pasa toda su vida ironizando y bromeando con la gente, pero cuando se pone serio y se abre, no sé si alguien ha visto las imágenes de su interior. [Platón. Banquete. 215a y ss. Extractos]

¿Qué es eso de que la Belleza está en el interior? ¿No sabe todo el mundo que lo que hay dentro son vísceras y otras sustancias poco agradables de ver y tocar?

La belleza interior (oí decir en una peli de guapos playeros) es para los perdedores.

viernes, 2 de octubre de 2009

Los sofistas, la utilidad de saber lo útil

A quien se encuentra con otras creencias y culturas puede llegar a ocurrirle que dude de la suya, e incluso a pensar que ninguna es verdadera (probablemente esto influyó en que naciera la filosofía en colonias griegas, donde había mucho tráfico de gentes de diferentes costumbres y creencias).

Pues algo similar puede ocurrirle a uno cuando encuentra muchas filosofías diferentes y ve que todas tienen sus razones pero ninguna de ellas es del todo convincente: que llegue a dudar de todas y piense que ninguna es ni será verdadera. Entonces se pierde la esperanza de que la razón pueda dar soluciones, y se cae en lo que Platón llamó ‘misología’, o sea, odio o rechazo de las razones.

En la Grecia del siglo V a. c. había un gran “tráfico” de ideas filosóficas y políticas, especialmente en la culta Atenas, donde se iba a dar un sistema democrático de gobierno ( bueno, democrático sólo para los ciudadanos libres, varones, adultos y con una determinada renta… o sea, menos democrático todavía que hoy, y ya es decir).

Los sofistas son un grupo de intelectuales griegos de esa época, que instruían a la gente (a quien podía pagarse sus enseñanzas) en todo lo que podemos llamar cultura. Algunos de ellos, como Protágoras, Gorgias, Hipias, o Pródico, llegaron a ser muy apreciados y ganaron mucho dinero con su labor de intelectuales, para sorpresa y desprecio de los defensores de la sociedad y educación tradicional, para quienes todo lo que había que saber era cómo realizar los ritos tradicionales, cómo cultivar bien el campo y cómo ser un hombre valiente, como los que aparecían en la Iliada de Homero.

Pero ¿qué visión del mundo o “filosofía” compartían, más o menos, todos estos sabios?

¿Hay verdades absolutas?

Los primeros filósofos creyeron que sí, pero cada uno llegó a una verdad absoluta diferente, dando lugar a eso que luego se convirtió en el dicho: “no hay algo, por absurdo que sea, que no lo haya defendido algún filósofo”. Que si los seres son muchos, uno o ninguno; que si son todos hechos de Agua, de Aire, de Fuego… Cuando pasa esto, algo no va bien. ¿Y si no hay tales verdades absolutas, sino que son ilusiones que se hace cada uno?

Varios sofistas llegaron a defender que no hay tales verdades absolutas, o sea, la Verdad, con
mayúsculas. La mejor expresión de esta idea la dio Protágoras:

“el hombre es medida de todas las cosas; de las que son, en cuanto son, y de las que no son en cuanto no son”.

Como diciendo que cada uno tiene su propia verdad, y nadie está, realmente, equivocado, porque para cada uno las cosas son como le parecen a él. Lo que uno percibe y cree, no puede ser falso, porque uno sólo aceptará como verdadero lo que llegue a creer (o percibir) según él.

A esto se le llama “relativismo ontológico”: no hay una realidad única, sino que cada uno tenemos nuestra propia realidad.

Lo mismo, o más, puede decirse de las normas morales y políticas. ¿Qué está bien o qué está mal? No hay nada bueno o malo por naturaleza, sino que el bien y el mal lo establecemos nosotros (no es por naturaleza, sino artificial, por convención). No hay más que ver cómo cada cultura tiene sus propios valores, y no hay manera de ponerlas de acuerdo (por mucho que lo intente la alianza de civilizaciones). Éste es el relativismo moral.

Y, más todavía, si hablamos de lo que es bello o feo, donde “para gustos, los colores”. ¿Es Mozart mejor que ‘No me pises que llevo chanclas’ (un grupo de la época de vuestros padres)? No, sólo les gusta más a algunos, menos a otros (la mayoría).


Conocimiento e interés

Pero entonces ¿todo da igual?

No, no todo da igual, al menos no le da igual a cada uno. Yo deseo unas cosas, y para conseguirlas es conveniente que sepa cómo alcanzarlas. El conocimiento me sirve, exactamente, para conseguir mi éxito en la vida, cumplir lo que deseo. ¿Qué me importa la verdad? Lo importante es que los demás acaben creyendo lo que yo, porque nunca podremos saber cuál es la Verdad verdadera.



“La verdad –dirá Nietzsche más de dos mil años después- es la mentira que nos resulta útil”.

Educación y destreza

¿Qué puede enseñarse, entonces? Pueden enseñarte cosas útiles, pero no qué está bien o mal en sí mismo: eso es algo que "decidirás" tú (si se puede llamar decidir a desear sin razones).

Las técnicas son útiles. Con la técnica de la agricultura, por ejemplo, dominas y manejas el campo. Pero la más útil de las técnicas es la que te permite convencer (¿dominar?) a las otras personas, para que acepten lo que tú crees que es bueno y colaboren en ello. Y esa técnica es la de la Palabra, la del saber hablar y defender tu posición sobre la de los otros.
Por eso, el conocimiento es la mejor de las herramientas, y quien no lo conoce y cultiva, no triunfará en la vida.

Según un mito que Platón pone en boca de Protágoras, los dioses nos dieron el conocimiento y la política porque, al fabricar a los animales, habían ya gastado todas las otras herramientas de defensa (uñas, garras, pies ligeros, pellejos resistentes…), y éramos un animal pelón e indefenso. Nos dieron la inteligencia para que no nos destruyeran los otros animales, y la política para que no nos destruyéramos entre nosotros.



Para que veáis el grado de refinamiento retórico que llegaron a alcanzar, os recreo una conversación (basada en datos reales -menos el final, que me lo he inventado yo de la nada de mi cabeza-) entre Protágoras, un alumno suyo llamado Evatlo, y el juez.

Juez.- Se levanta la sesión. ¿Qué os trae por aquí?
Protágoras.- Este buen muchacho se niega a pagarme las clases que le he dado, un master en oratoria avanzada.
Juez.- ¿Por qué te niegas a pagarle?
Evatlo.- Porque no ha cumplido las condiciones del contrato.
Juez.- ¿Qué condiciones? ¿No te ha enseñado oratoria?
Evatlo.- Sí, sí me ha enseñado algo…
Protágoras.- Ya se ve.
Evatlo.- Pero tú dijiste, Protágoras, que si asistía a tus clases me garantizarías ganar el primer juicio a que presentara.
Juez.- ¿Es así?
Protágoras.- Así es.
Juez.- Y ¿has perdido el primer juicio?
Evatlo.- Mi primer juicio es este, precisamente. Y he pensado: si lo pierdo no tendré que pagarle, según lo acordado. Y si lo gano, tampoco, claro, porque el juez (o sea, usted) me dará la razón y no tendré que pagar. Así que, no tengo que pagarle.
Juez.- ¿¡Cómo!? La verdad es que tendría que pensarlo un rato… ¿Tú que dices, Protágoras?
Protágoras.- Señoría, yo creo que no lo tiene tan difícil, tiene que obligarle a que me pague.
Juez.- ¿Por qué?
Evatlo.- Eso ¿por qué?
Protágoras.- Porque si este bello joven gana el juicio, habré cumplido mi parte del trato (que ganase su primer juicio) y me deberá pagar. Y si no lo gana, deberá pagarme porque usted, señor juez, le obligará a pagarme. Así que, gane o pierda él, tengo que cobrar mis clases. Aunque no estoy dispuesto a discutir por el vil dinero. Me preocupa más que este mozalbete aprenda que la oratoria no debe servir para ir fastidiando a los demás, sino para que todos seamos mejores y convivamos en paz.
Juez.- Y ¿eso no se lo has enseñado en el master?
Evatlo.- Justo lo contrario, que piense en mis intereses y sepa defenderlos.
Juez.- Está bien, si nadie tiene nada que decir, se suspende la sesión hasta que lo piense… Volved el día que os diga.
Evatlo.- ¿Cuál?
Juez.- Este, el que os estoy diciendo.
Evatlo.- ¿Cuál está diciendo su señoría?
Juez.- Estoy diciendo el que estoy diciendo, éste que estoy diciendo.
Hay grandes similitudes entre el mundo intelectual de los sofistas y el nuestro. ¿Cuáles ves tú?

¿Crees que la educación consiste en la enseñanza de ciertas técnicas o destrezas, y no debe meterse en los asuntos de lo que está bien o mal? ¿Por qué?

(Sobre el relativismo moral podéis consultar las entradas de cavernética: http://cavernetica.blogspot.com/2009/09/saber-lo-que-es-bueno.html y http://cavernetica.blogspot.com/2009/10/no-tan-diferentes.html )

Otros filósofos muy pero que muy antiguos

Hubo otros grandes pensadores presocráticos, como Anaxágoras, que dijo que en el principio todo está en todo, y es la Inteligencia Universal (las Leyes de la Naturaleza, diríamos hoy) la que separó unas cosas de otras,


O el original Empédocles, que compuso un poema sobre la Naturaleza en que decía que el universo se mueve por dos principios, Amor y Odio, el Amor une y el Odio separa.

Pero los más originales, por comparación, son los llamados “atomistas”, Leucipo y Demócrito, quienes sostuvieron que toda la realidad está compuesta de dos tipos de elementos, Átomos y Vacío, o ser y no-ser, como también lo llamaban a veces.



Los átomos son sustancias indivisibles (a-tomos, en griego), son todos idénticos, y se desplazan por el vacío (porque por donde está lleno ¿quién se puede desplazar?... Claro que, ¿quién se puede desplazar por la nada…?).

Todas las cualidades que vemos en las cosas (colores, sonidos, incluso pensamientos, todo, todo) son en realidad combinaciones de átomos en movimiento.

Como podéis ver, esto se parece mucho a la filosofía que subyace a la ciencia moderna, aunque no hay acuerdo sobre si hay una materia última indivisible o simplemente ocurre que aún no contamos con herramientas para seguir dividiendo (y no quiero volver a lo del infinito).

De Demócrito (quien, por cierto, se cuenta que tenía muy buen sentido del humor y llegó a vivir unos cien años a base de cachondeo) se conservan también algunas máximas morales muy sensatas:

“El fin supremo de la vida es el buen ánimo, que no se identifica con el placer, sino que es el estado en que el alma está serena y equilibrada, porque no le perturba ningún temor (…)”

“Todos los males que puedas imaginar proceden de la falta de medida”.

“Quien comete injusticias es más desgraciado que quien las sufre”.

“Vale más la esperanza de los que tienen educación que la riqueza de los ignorantes”.

“El sabio no debe obedecer a las leyes, sino vivir libremente”.

“Mejor es darse cuenta de los propios errores que señalar los de los demás”.

Y muchas otras.

¿Qué crees de la teoría atómica? ¿Estará toda la naturaleza hecha de sustancias indivisibles? ¿Deben ser todos los átomos idénticos? ¿Por qué?

También puedes comentar alguna de las máximas morales de Demócrito el risueño.