-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

martes, 8 de diciembre de 2009

Naturaleza: cómo llegar a ser lo que eres

Diálogo entre Aristóteles (A) y un discípulo mecanicista (DM).

DM.- Maestro, he leído una y otra vez lo que escribes sobre la finalidad de las cosas, y no logro entenderlo.
A.- ¿Qué es, exactamente, lo que no entiendes?
DM.- Por qué crees que las cosas tienen finalidades, que van hacia algún sitio, como si estuviesen…
A.- ¿Destinadas?
DM.- Sí, eso, como predestinadas, por alguien.
A.- Entonces ¿cómo dices tú que ocurren? No creerás que suceden al azar, ¿no?
DM.- No, no lo creo, aunque… ¿por qué no?
A.- Hombre, sería mucha casualidad que pasen siempre lo mismo. Aparte de que creo que la pura casualidad no tiene sentido, porque si no hay unas leyes de las cosas ni siquiera se podrá hablar de ellas… Todo, todo casual… ¿te cabe en la cabeza?
DM.- Vale, acepto que no son casuales, pero ¿por qué pensar (como das a entender) que es el futuro el que causa lo que está ocurriendo ahora, y no al revés, como creen los más físicos? Porque tampoco me cabe en la cabeza que lo que no existe, como el futuro, opere sobre lo que está pasando.
A.- Escucha, y dime: ¿cómo “sabe” un cuerpo físico hacia dónde tiene que ir? Por ejemplo, uno de esos átomos que te gustan, ¿por qué sigue siempre determinado camino?
DM.- Porque hay unas leyes que relacionan un acontecimiento con otro, o sea, su estado pasado con el que vendrá luego, ¿no?
A.- Muy bien, así que el futuro está ya escrito, en esas leyes…
DM.- De acuerdo ¿y qué?
A.- ¿No aceptas entonces que el futuro ya existe de alguna manera?
DM.- ¿De qué manera?
A.- En esencia, porque es como es, al menos en parte (en la parte en que esté sometida a leyes).
DM.- En ese sentido, sí, en las leyes todo está ya escrito…
A.- Como mínimo, entonces, tanto derecho tienes para decir que el pasado determina al futuro como a la inversa ¿no te parece?
DM.- Puede ser.
A.- Pero ¿crees que el que las cosas se muevan, y lo hagan de manera no caótica, se explica desde el fenómeno pasado?
DM.- Claro.
A.- ¿Qué tiene el pasado para hacer eso? ¿Crees que, por ejemplo, de que se de la semilla se deduce que se tiene que dar luego (si ningún accidente externo lo impide) la planta y la flor?... ¿No me dices nada?
DM.- Es que todo lo que se puede decir es que ocurre así, y ya está.
A.- O sea, que es un milagro… Pero no es así. Desde el pasado no se puede explicar que el futuro esté determinado. Sabes que yo creo que el cambio consiste en que las cosas tienden a pasar de lo potencial a lo actual, cada una según la ley propia de su especie, como puede observarse en la naturaleza, sobre todo en la naturaleza viva, que siempre, salvo accidentalmente, tiende a realizar la forma de la especie de que se trate: por ejemplo, salvo por enfermedad o accidente externo, de un pez nace un pez. Pero también pasa eso entre los seres inertes, que siempre se mueven de acuerdo con su propia naturaleza. ¿No te convence eso?
DM.- Así ocurre.
A.- Y esa naturaleza o esencia, o forma sustancial, como la llamo, es la única explicación racional de que las cosas sucedan de una manera y no de otra, o sea, según leyes. Y esas formas, aunque se realizan sólo al final del proceso, ¿no tienen que estar rigiendo desde el principio? Quiero decir, por ejemplo, que la forma humana tiene que estar rigiendo ya el desarrollo del feto, aunque actualmente no tiene forma humana plenamente desarrollada… ¿Me explico?
DM.- Sí. ¿Entonces crees que todos los seres tienen algo así como voluntad?
A.- Si te refieres a que son conscientes de a dónde van, claro que no (aunque creo que el viejo Tales pensaba que sí). Pero eso no les impide tener finalidades inconscientes. Es otra cuestión si hay que pensar que las leyes por las que se rige todo el universo están en alguna mente perfecta, que las conoce y las quiere conscientemente, como yo creo.
DM.- Está bien, pero ahora me pregunto ¿para qué sirve todo eso, saber que cada cosa tiene una esencia y una finalidad? ¿No será mejor dedicarse a describir cómo sucede, cómo se conecta una cosa con otra?
A.- Bueno, yo creo que casi siempre sirve ¿no? Si sabes que determinado tipo de seres siguen regularmente cierto camino, podrás suponer qué camino tiene que seguir este ser que pertenece a esa especie. Pero vamos a suponer que no sirva para nada así. ¿Querrías saber sólo cómo ocurre el proceso, sin tener una teoría sobre la naturaleza, en general?
DM.- ¿Qué más queremos?
A.- Lo que está claro es que si dices eso no tienes un espíritu filosófico, y lo que te importa no es saber por saber, sino que sólo piensas en cómo sacarle algún partido a lo que sabes, como si tu pensamiento tuviera que ser esclavo de tus deseos. Porque, desde luego, si lo que te importase fuese conocer, entonces, saber cómo son las cosas sería para ti utilidad suficiente, ¿no?
DM.- Puede ser, maestro. Y ¿podrás repetirme otro día por qué dices que la medida de la verdad no es la utilidad?
A.- Cuando quieras. Aunque di más bien que la verdad sí tiene del todo que ver con la verdadera utilidad, no con esas utilidades que preocupan a los comerciantes.

“Las cosas naturales en general se producen, siempre o frecuentemente, como son, y los hechos fortuitos o casuales, no. No es por casualidad por lo que llueve en invierno o hace calor en verano. Si esas cosas no existen por casualidad será en vista a algún fin. Luego la finalidad se encuentra en los cambios. Según es una cosa así se produce por naturaleza, y según la naturaleza produce una cosa, así es, salvo impedimento. Si las cosas artificiales persiguen un fin, las de la naturaleza también, porque en ambos casos lo consiguiente y lo antecedente tienen entre sí la misma relación. Ello es visible especialmente para los animales distintos del hombre, pues no obran por arte, investigación o deliberación. Incluso en las plantas se producen las cosas útiles con vistas a un fin, como las hojas para abrigar al fruto. [Física, libro 2, Cáp. 8]”

¿Crees que las cosas tienen alguna finalidad o, más bien, que ocurren porque ocurren?
¿Qué relación crees que hay entre leyes naturales, azar y finalidad?

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