-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

domingo, 4 de abril de 2010

Volando en el vacío. (Entreacto segundo) (Kant IV)

Dialéctica: pensar mucho en nada para querer saberlo todo

Según hemos visto, aunque no somos una tabla rasa nuestros conceptos “a priori” y nuestra sensibilidad espacio-temporal son puras formas vacías, y sólo funcionan si reciben una “influencia” externa, que proporcione la materia u ocasión del conocimiento.

Usando la metáfora del ordenador, nuestro disco duro contiene programas en sí mismo, pero estos programas no funcionan sin que llegue información externa al ordenador (lo inadecuado de la metáfora es que en nosotros el propio espacio y tiempo son parte del programa, así que lo que hay fuera ¡no puede ser físico!).

Pero la razón humana no se conforma con los fenómenos naturales, sino que intenta unificar todo nuestro conocimiento y remontarse al principio y por qué de Todo. En ese viaje la Razón abandona la compañía de la experiencia, y cree que, usando sólo conceptos, puede saber algo de las cosas en sí mismas (noumena), más allá de cómo se presentan a nuestra sensibilidad, es decir, más allá de los fenómenos (como ave, dice Kant, que creyese que puede volar mejor en el vacío).

En esto consiste la Metafísica, que afirma que Yo soy una sustancia inmaterial (Alma), que actúo libremente en el mundo (Libertad) y que tiene que existir un ser absolutamente perfecto que sea el fundamento de todo (Dios).
Pero, según Kant, este salto es mortal (y no inmortal, como cree el metafísico), porque sin la ayuda de la experiencia, la Razón no puede darle ningún contenido a sus Ideas. Entonces, aunque cree que descubre algo trascendente, lo único que hace nuestra pobre Razón pura es caer en ilusiones “trascendentales”, en razonamientos aparentes.

Estas ilusiones (Dialéctica) son de tres tipos, según la Idea de la que traten:

La ilusión del Alma (paralogismos)

La Metafísica (ese supuesto conocimiento que va más allá de los sentidos), dice “Pienso, luego existo”. Y de aquí saca que somos sustancias no materiales, inmortales, etc.

Según Kant aquí se razona incorrectamente, pues “Yo pienso” es un conocimiento puramente lógico (lógico-trascendental), que significa que todo juicio presupone una unidad formal del Sujeto que juzga. En cambio “yo soy una sustancia pensante” toma la palabra Yo en un sentido sustancial o real, no simplemente lógico. Pero ¿qué podemos saber nosotros de una sustancia así? La sustancia (una de las categorías de relación) es algo que permanece a través de los cambios, y sólo de los cuerpos que cambian de cualidad podemos entenderla nosotros: no podemos hacernos ninguna idea de una sustancia sin cambios. Así que la Metafísica no demuestra que existe el Alma (ni que es inmortal ni todo lo demás, claro está).

La ilusión de Todo (las antinomias)

Cuando buscamos las causas no de este o aquel suceso, sino de todo el universo, creemos que podemos preguntarnos y contestarnos cosas como de dónde surgió el mundo, si es finito o infinito, o si en él existen causas libres (las propias de las personas) y no todo ocurre ciegamente.
Pero la Razón pura no logra demostrar nada de esto, porque puede demostrarse a la vez tanto una cosa como su contraria (antinomia).

Por ejemplo ¿tuvo el Universo un principio en el tiempo, o tiene un límite en el espacio?
-Sí, porque si no iríamos al infinito, y un infinito no puede existir.
-No, porque si tiene límites estará limitado por la nada.

La más importante de estas antinomias es la referida a la Libertad. Puede demostrarse que existe y que no existe libertad en el mundo.
-¿Quieres demostrar que no existe? Date cuenta de que todo sigue unas leyes matemáticas (aunque sean las del azar), y aquí no hay sitio para la libertad: ciencia natural y libertad son incompatibles. Si yo pudiera cambiar el curso de las cosas, la ciencia se iría al garete.
-¿Quieres demostrar que sí existe la libertad? Date cuenta de que si todo estuviese determinado, debería estar determinado que todo está determinado, y así caerías en un proceso infinito de causas determinadas: no todo puede estar determinado, algo ha tenido que ocurrir espontáneamente: el propio principio de todas las causas.

La ilusión del Ser Perfecto (el Ideal)

La razón busca, por último, un ser que contenga todas las perfecciones, una sustancia que no sea contingente sino Necesaria. Los argumentos a favor de la existencia de Dios son tres, según Kant:
-Que el mundo es bello y ordenado (físico-teológico)
-Que el mundo tiene que tener una causa (Cosmológico)
-Que el concepto de perfección implica la existencia (Argumento ontológico, el que dio san Anselmo)
Pero los dos primeros reposan en el último, porque si no suponemos como causa primera un ser perfecto siempre nos preguntaremos de dónde salió un ser no completamente perfecto.
Pero el concepto de Ser Perfecto es un simple Ideal de la razón, es decir, un individuo que la razón supone sólo para encontrar reposo en su búsqueda de unidad perfecta. En verdad no podemos demostrar que exista, porque “existir” no es una propiedad, no añade nada al conjunto de características de una cosa (como creían los racionalistas, partidarios del argumento ontológico); existir es una simple “modalidad del juicio” (como la posibilidad o la necesidad), por la cual sólo señalo que aquello de lo que hablo se me está dando. Pero a mí las únicas cosas que se me están “dando” son las de la sensibilidad, y aquí no voy a encontrar un ser perfecto, lo puedo dar por seguro.

Agnosticismo contra ateísmo

Cualquiera diría que (si tiene razón en sus argumentos) Kant ha arrasado con el más allá de las religiones y los filósofos antiguos…
Él, en cambio, piensa que este resultado no es tan malo como podría parecer para los intereses de la fe. Para empezar, dice, nos hemos cargado al ateísmo, porque si bien no podemos demostrar que existen el alma, la libertad o Dios, tampoco podemos demostrar lo contrario. La única respuesta del científico ante esos asuntos debe ser: “no puedo decir nada sobre eso”.
Ahora bien, diría el ateo: “¿Para qué vamos a suponer causas que no nos ayudan a explicar nada? Si puedo explicarlo todo sin almas, dioses ni libertades, olvidémonos de esos seres como hicimos con Zeus o Poseidón”.
Cierto, siempre y cuando no haya otro terreno de la vida humana donde creer en esos seres inteligibles (Dios, Alma y Libertad) sea más coherente que no creer en ellos.
¿Hay algo así?
Kant cree que lo hay: la moral. Lo que ha hecho la Crítica de la Razón pura ha sido quitar de las manos del Conocimiento todo lo relacionado con lo inmaterial. Pero es que el Conocimiento trata de cosas que, en sí mismas, no tienen ningún valor.
El valor de las cosas no viene del conocimiento, sino de la voluntad. Eso queda para el otro uso de la Razón, el uso práctico o moral.

¿Te parece que los argumentos de Kant acaban con la Metafísica?

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