-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

jueves, 19 de mayo de 2011

Diálogo entre Nietzsche y Platón (reedición)

Una tarde que andaba solo por el monte vi y oí dialogar a dos imágenes, que me parecieron las de Platón y Nietzsche. Se pararon cerca de mí, sin notar mi presencia, y miraron hacia la ciudad, al pie de la montaña, donde las gentes comerciaban, y reían y lloraban.

Nietzsche.- Míralos. Con sus afanes de siempre. Viven como amodorrados.

Platón.- Desde luego.

N.- ¡Pocos tienen la triste necesidad que tú y yo, la de pensar!

P.- ¿Necesidad, dices? ¿No será Libertad?

N.- Más valdría vivir, y no pensar.

P.- Y ¿qué es vivir sino pensar? ¡Nada!

N.- Y todo.

P.- ¿Les envidias?

N.- No, ellos ni piensan ni viven. Tú, aunque no existes, por lo menos piensas, y yo… Tú y yo somos un principio y un final. A mí me hubiera gustado ser ya otro principio, el de sólo vivir, pero he tenido la misión de ser sólo su anuncio…

P.- ¿De verdad crees eso? Siempre que te he oído decir algo así, pensaba que lo decías para consumo del vulgo.

N.- Quizás sea así. Si te digo la verdad, nunca he distinguido bien qué digo con convicción y qué digo en broma.

P.- Mejor así. Quien no vive en la ironía, vive… o malvive en la ignorancia. Pero, contéstame, ¿quién crees que viene después de quién, tú de mí o yo de ti?

N.- ¿¡lo preguntas en serio!? Sabes que lo que tú hiciste, eso que llaman Metafísica, ya no puede volver. Yo sólo he puesto el punto final que estaba pidiendo a gritos.

P.- ¡A veces me sorprende tu ingenuidad! Creo que eres esclavo del mismo error que has combatido a veces, o sea, la creencia en una historia que va hacia algún lado, en un futuro… dentro de un tiempo lineal… ¿No dices tú que todo se repite?

N.- ¿Me vas a decir que tú crees en el círculo, en el eterno retorno?

P.- No, eso es cosa de dioses.., si te refieres al eterno presente mismo; o de piedras, si te refieres al eterno otro… A los que, como tú o yo, estamos a medio camino entre los dioses y las piedras, entre lo mismo y lo Otro, nos cuadra mejor una espiral. Todo se repite, pero no exactamente igual. Tú y yo somos puntos del mismo ciclo, pero los más alejados, y por eso los más cercanos, si trazas un corte en la espiral. ¿Sabes que en mi época hubo alguien muy parecido a ti?

N.- ¿A quién te refieres?

P.- A Calicles. Muchas de las cosas que dices las repetía él: que si el valor de las cosas lo decide la voluntad del más fuerte, que si la filosofía es cosa de enfermos, que momifica cuanto toca… ¡Sí! Amaba la vida…

N.- ¿Y crees que tú le refutaste?

P.- No, yo no, lo hizo Sócrates antes que yo.

N.- ¡Sócrates! ¿Fue un santo, o un santurrón, un héroe o un cobarde?

P.- Sócrates fue el hombre más exigente, y el más valiente. Tú y yo no le llegamos a las rodillas. ¿No decías que hay que vivir? Compara tu vida o la mía con la suya: tú y yo somos sólo pensadores: él era un vividor.

N.- También fue quien más se engañó a sí mismo.

P.- ¿Crees que inventó lo que quería creer?

N.- Eso es: era su forma de hacerse más fuerte que Calicles, por ejemplo. Pero para eso tenía que envenenar la vida.

P.- Esa objeción ya la contestó el propio Sócrates: si el fuerte se deja dominar, eso es lo que le corresponde. ¿No dices tú eso del pueblo, de la masa obrera?

N.- Pero es muy triste que los que son simple rebaño se hayan hecho con el poder.

P.- Amigo, eres una de las mentes más sensibles a la tragedia humana, al dolor, a la angustia, no me cabe duda… No hay más que oírte hablar. Y, ¿no es ese el problema para los filósofos?

N.- Sí. Lo que nos diferencia es las respuestas que damos.

P.- Muy bien. Sócrates se dio perfecta cuenta de que la dignidad y exigencia que hay en nosotros es incompatible con la muerte. Sólo quien se menosprecia puede creerse mortal. Si el hombre es esto que vemos, que se puede destruir tan fácilmente, no tiene ningún valor. Pero cada uno sabe que él tiene un valor infinito.

N.- Eso lo cree la rana de sí misma.

P.- Y con razón. Tú, en cambio, te dices a ti mismo y nos dices que la dignidad y la valentía consisten en reconocer y querer que todo pasa, que nada es. Sólo en esa aceptación de lo totalmente cambiante estaría la libertad. Pero no sé si así te liberas hasta de ti mismo y te quedas en pura nada.

N.- ¿Y qué? Mejor ser nada que creer ser algo.

P.- ¿Has leído mi Parménides?

N.- De joven. Te confieso que toda mi vida lo he evitado, diciéndome a mí mismo que sólo era un galimatías de una cabeza griega tan grande como la tuya.

P.- Tú has dicho a veces que tu filosofía es la contraria a la del viejo Parménides. Él dijo que todo es Uno, eterno, inmóvil; tú, que todo es Múltiple, cambiante, pasajero…

N.- Sí. He dicho que vivimos en una época protagórica: uno es la medida de todo. Tal vez tenías razón en que yo vine también antes de Sócrates…

P.- ¡Así que eres un hijo de la burguesía ilustrada, un enfermo!

N.- Esa broma es demasiado, ¿no crees?

P.- Perdóname, es una ironía. Decía: Parménides y tú sois contrarios ¿no? Entonces ¿qué vamos a hacer con vosotros? ¿Prescindimos de uno de los dos, del Uno o del Otro?

N.- O de los dos. Pero si prescindís de mí, os quedáis sin enemigo, ¡y entonces sí que estaríais ya del todo secos y tiesos!

P.- Tal vez. Y ¿qué pasa si prescindimos del viejo Parménides? Tú has escrito: si eliminamos el mundo verdadero, no nos quedamos con el aparente…

N.- Exacto.

P.- Y has dicho, quizás, más verdad de la que crees. Sin lo Uno, sin lo Inmóvil, todo tu pensamiento se queda en la sombra total. ¡Ya sí que podríamos dedicarnos sólo a lo que tú llamas "vivir"! Es más, no tendríamos más remedio: nada de pensar. Sólo a hacer nuestra santa voluntad, aquí y ahora mismo.

N.- Como dioses.

P.- O como piedras, más bien, porque eso es vivir sin consciencia, ser una piedra, un muerto. Los que vivimos en la mezcla (como tú o yo), no podemos prescindir de lo Uno y lo Otro, de lo Mismo y lo Diferente, de lo Eterno y lo Cambiante. Sin uno de esos polos, se acaba el tiempo, la vida y todo. Parménides y tú sois dos polos, que se implican mutuamente. Sin lo múltiple y cambiante, lo Uno y eterno no se manifiesta; sin lo Uno, lo múltiple es inconcebible.

N.- Total, que somos pura contradicción. Y eso es lo que digo yo, al fin y al cabo.

P.- No estaría mal que tú y yo estemos diciendo lo mismo. Pero falta un detalle. ¿Sabes por qué puse mi sabiduría en la boca de Parménides, y no en la de Protágoras o Calicles?

N.- Porque tu corazoncito está con lo inmóvil y momio.

P.- Tiene que ver con lo que entiendo por Amor, y Vida. Lo europeos de ahora no sabéis amar. Sois un poco sucios y románticos. Si se os toca se queda uno pegajoso.

N.- Parece que vas a decir algo que suene bien.

P.- El amor es asimetría, tendencia desigual, tensión inclinada hacia arriba. No es ese revoltijo de lo uno y lo otro revolcándose en unas sábanas. El amor es hijo de lo Uno y lo Múltiple, de lo Mismo y lo Diferente, pero su tendencia es siempre hacia lo Uno y lo Mismo, porque en eso es en lo que hay vida y Acción pura. En lo Otro y diferente lo que hay es caos y muerte, nada.

N.- Has estado a punto de embrujarme otra vez. La metafísica siempre será seductora. Pero me niego a entregarme. No conseguiréis que me meta en la secta. Prefiero mi soledad en la nada que vuestro paraíso lleno de sonrisas de sacerdotes.

P.- Dicho así, casi me embrujas tú a mí. Pero no, no me convence que me juntes con los sacerdotes. Estoy de acuerdo contigo en que no hay ser más sucio sobre la tierra, y que sus culpas, pecados y penas son pura sed de venganza y debilidad. Así que sigo con lo mío, mi misticismo racional.

N.- Allá tú. Mejor para mí: sin enemigos se me plantearía un gran problema. Quizás tendría que… ponerme a vivir.

P.- No te preocupes, que eso no va a pasar. Olvídate, te lo aconsejo, de esa patraña de que eres el final de nada. Cambiarán algo las palabras, pero mientras haya hombres o algo que se le parezca, habrá la dialéctica de lo Uno y lo Otro, siempre en contradicción y siempre unidos; pero habrá también la solución del Amor, que ve en lo Otro una carencia de unidad, y busca lo uno sin descanso, allí donde ve algo bello.

N.- ¿Bajamos?

P.- Vamos.

N.- ¿Qué les diremos a las gentes?

P.- Tú diles, una vez más, que Dios es, en realidad, el Hombre. Yo seguiré diciéndoles que el Hombre es, en realidad, Dios.

N.- ¡Sí! ¡Así podrán seguir diciendo que somos unos puros chalados!

P.- Pero a la vez no podrán prescindir de nosotros. Somos su conciencia.

N.- ¡Qué vanidoso eres! Eso también lo comparto contigo.

(Y siguieron su paseo, bajando la ladera, mientras se hacía de noche).

miércoles, 18 de mayo de 2011

Diálogo entre Nietzsche y Kant (reedición)

Nietzsche vuelve de un paseo por el campo y se encuentra con el pequeñajo Kant, que le asalta:

Kant.- He leído que has escrito de mí que soy el instinto que se equivoca en todas y cada una de las cosas, que soy la antinaturaleza hecha instinto, la decadencia alemana hecha filosofía, un siervo de teólogos, un iluso y que se yo. ¡Eso es Kant!, dices.

N.- Eso es.

K.- Y ¿qué quieres decir? ¿Cuáles crees que son esas equivocaciones mías, y cuál es ese instinto antinatural?

N.- Se puede contestar todo en uno: tú, aunque dices haber acabado con la metafísica como una ciencia, en realidad lo que has hecho es salvar todo lo que le importaba a los metafísicos, o sea, la creencia en que hay ideas y principios universales, a priori como los llamas, tanto en el conocimiento como, sobre todo, en la moral: ¡sobre todo en la moral! Pero el único a priori que existe aquí es vuestro prejuicio o instinto enfermo que es la moral cristiana, a la que salváis a toda costa: esa moral del resentimiento y la debilidad, que dice que todos somos iguales. La moral de rebaño, la llamo yo. Tú no eres más que el último y más refinado hijo de la metafísica, o sea, del odio a la vida.

K.- ¡Qué exaltado y vehemente eres! ¡Verdaderamente, por tus gestos cualquiera diría que luchas por una buena causa!

N.- Hablo en nombre de la Vida.

K.- ¿Hablas? ¿De la Vida? Así que crees que se puede y se debe hablar, y concretamente en defensa de la Vida… ¡Esos son tus prejuicios! ¿no?

N.- Eso es, esos son mis prejuicios.

K.- Pero ¿te interesa discutir si tienes derecho a ellos?

N.- Sólo me interesa si es una lucha a vida o muerte, con mi enemigo, que es al que más quiero. Por ejemplo, tú.

K.- Gracias por tus halagos. Vamos a la cuestión. Según tú estoy totalmente equivocado al pensar que existe una parte a priori en nuestro conocimiento. No sólo rechazas las ideas platónicas o cartesianas, sino también mis conceptos formales a priori.

N.- Eso es. Lo único que tienes es una fuerte convicción en que esos conceptos son universales. Pero una convicción (o fe, mejor dicho) no es una demostración. No puedes demostrar que dentro de un minuto dos más dos serán cuatro, o todo efecto tendrá una causa.

K.- ¿Entonces, según crees, ningún conocimiento tiene más valor que el que le estoy dando ahora mismo, por mi fe?

N.- Así es: la verdad absoluta es la absoluta mentira.

K.- Pero ¿qué es exactamente lo que me reprochas: que crea que existe la Verdad, o que no comparta la verdad en la que crees tú?

N.- Las dos cosas.

K.- ¿Las dos? ¿Piensas que puedes hacer afirmaciones, si dices a la vez que toda afirmación vale lo mismo: lo que uno decida creer?

N.- Yo no hago afirmaciones, yo juego con el lenguaje. No tengo inconveniente en contradecirme, esa preocupación la dejo para ti.

K.- Sí, ya veo que juegas: tus textos están llenos de insultos y otras figuras retóricas.

N.- Son mi forma de ser tragicómico, ditirámbico.

K.- Y (no te ofendas) pero ¿a quién crees que haces gracia, como no sea a personas moralmente inmaduras, que ríen con chistes groseros y pueden confundir un improperio con un argumento?

N.- ¿Ves qué mal humor tienes? ¡Eres muy serio! Así no se puede vivir.

K.- ¿Tú crees? Puede ser. Pero vayamos al grano. Si lo que dices es contradictorio (y ni siquiera te importa) ¿por qué hay que compartir lo que dices, y no más bien lo contrario? Pero veamos lo de tus gustos, porque parece que para ti, como para mí (será lo único en que estamos de acuerdo) el asunto de qué tiene valor es mucho más importante que el del conocimiento…

N.- Sí, pero tu Voluntad Universal, tu ley para todos igual, se parece a mi voluntad de poder como una momia a un vivo.

K.- ¿Qué le objetas a mi teoría moral?

N.- Ya lo he dicho, aunque nuestros oídos son duros. Tu moral, o sea, la moral cristiana y socrática, es una maldición contra la vida. ¡Lo vivo no es universal, estático, imperativo! Lo vivo es instante, presente, cambio perpetuo, lucha, egoísmo…

K.- Veo que aprecias mucho a la Vida.

N.- Como buen enfermo… saludable.

K.- Y ¿qué es, entonces, lo que me reprochas, o nos reprochas a los moralistas: que concedemos valor a las cosas, o que no valoramos lo que tú?

N.- Las dos cosas, exactamente a la vez.

K.- Lo suponía. O sea, que crees a la vez que las cosas carecen de valor, que no hay una ley moral universal, que todo eso es un invento, y no sé cuántas cosas más, pero que, a la vez, la vida es lo más valioso que hay, la medida de todo lo demás, por así decirlo, y que todos deberíamos valorarlo así… ¡Qué suerte tienes, de poder jugar a contradecirte y quedarte tan ancho!

N.- ¿Ves? La vida es juego, caos. No seriedad ni orden.

K.- Y, claro, supongo que, como no hay nada permanente, ni yo ni tú somos algo, ni mucho menos la Humanidad.

N.- Lo ves.

K.- Ni existe, por supuesto, futuro de la Humanidad o de ti y de mí.

N.- Eso es (y no es, a la vez).

K.- Entonces, cuando nos recomiendas que demos el paso a ser ultrahombres, y cuando hablas del hombre del futuro, es un caso más de esos juegos tuyos.

N.- Así es.

K.- Creo que tienes razón, que estás en lo cierto. Es verdad que no hay verdad, lo valioso es descubrir que nada tiene valor, el futuro de la Humanidad consistirá en reconocer que no existe el futuro ni la humanidad, que todo presente es bueno.

N.- ¡Sabía que recurrirías a esa argucia! En último extremo, el teólogo deja el diálogo, porque le basta con su fe en sí mismo, aunque sepa en su interior que está equivocado.

K.- ¿Equivocado, yo? ¡No, yo no creo eso! Creo que los dos, tú y yo, estamos en lo cierto… Date cuenta de que, si sólo estuviese equivocado yo, entonces existiría una única verdad absoluta, la tuya, y eso echaría a perder tu propia teoría. Así que, aunque es verdad todo lo que dices, es también verdad que no dices más que sandeces, que tus instintos valorativos son perniciosos para cualquiera, empezando por ti, y sobre todo inmorales e indignos de una persona, y que el futuro que tú prometes es volver al pasado de la inconsciencia, cuando éramos amebas, por ejemplo.

N.- ¿Realmente me estás malinterpretando tanto, o te estás haciéndote el loco?

K.- Dímelo tú. Si es que puedes, porque dices que todo es interpretación, así que (deduzco, en mi pobre manía de usar la lógica) que según tú no hay ninguna interpretación que sea la correcta...

N.- Yo salvo la vida, tú la destruyes.

K.- Sí, no me repitas tus amores por la vida. Yo, en cambio, creo que una vida indigna, irracional, no merece la pena, es decir, no tiene ningún valor. Y no hace falta que me lances otra vez tu consigna de que la vida es lo más importante. Dame, si puedes, algún argumento para ese prejuicio tuyo, o si no crees en argumentos, cállate… o habla, como quieras. Pero ¿quién es aquí el loco? Tú, hasta según tú mismo.

N.- Los dos somos locos. Pero mi locura se llama vida, Dionisos. La tuya se llama odio, venganza, resentimiento… Cristianismo.

martes, 17 de mayo de 2011

Querer siempre que ahora sea lo que es (Nietzsche VI)

La “esencia” de todo es VOLUNTAD DE PODER. Esta es la “metafísica” de Nietzsche. ¿Qué es Voluntad? ¿Qué es Poder?


¿Qué es Voluntad?

Voluntad es actividad, “capacidad” puramente activa de un “ser”. De hecho, ser no es más que ser voluntad. Lo contrario a la Voluntad es lo Pasivo, lo que no actúa, no ejerce su influencia, lo muerto. No hay más ser que el Vivo, y no hay más vida que la que quiere, la que tiene voluntad. Cuanta más voluntad tiene algo, más vivo está y real es.
Voluntad es Fuerza. Todo lo que vemos no es más que manifestaciones de distintas fuerzas, que chocan y luchan por la realidad, por crear la realidad.

¿Qué es Poder?
 
“Yo puedo, tú puedes, él puede…”, el verbo ‘poder’. Es muy difícil, o imposible, definir este verbo sin recurrir a él mismo. Poder es Capacidad de Hacer lo que se quiere. Tiene poder el que Actúa por su propia naturaleza, sin ser obligado o forzado por otro. Es impotente el que no hace lo que quiere, el que no acciona sino reacciona.

Así que Poder es lo mismo que Actividad, es decir, lo mismo que Voluntad fuerte y Vida.
Por tanto, Voluntad de Poder es Voluntad de Voluntad, Querer querer.

Y la mayor voluntad de poder, dice Nietzsche, es imprimir en el devenir el carácter del ser. Es decir, dar a “este” mundo, a lo pasajero y mortal, el valor máximo de la realidad. Afirmar este mundo, que es el único, y quererlo como es. O, en términos más corrientes, quere que ocurra justo lo que ocurre, amar las cosas tal como son, sin buscarles un sentido en "otro mundo".

Pero, claro, si la esencia de todo es Voluntad de Poder, entonces lo “único” que no está sujeto a devenir es la propia Voluntad de poder. Nietzsche, en unas de sus últimas notas, escribió, en un tono muy “metafísico”:

“No se puede encontrar […] aquello que es la causa de que haya evolución en general; no se debe querer entenderlo como “deviniendo”, ni menos aún como devenido…
La voluntad de poder no puede haber devenido.” Fragmentos póstumos 11(29)


Eterno retorno y Ahora

Pero la Voluntad de Poder sólo es real si es ahora. Quien vive deseando un futuro que ahora no tiene ni puede tener, no es activo, no es poderoso, sino pasivo, impotente.

¿Qué es el Ahora? ¿Qué es el Tiempo?

Según la concepción metafísica y cristiana, el tiempo es una línea orientada hacia el futuro. Hay un tiempo único, una Historia, y un final de la Historia, que tiene que ser el momento donde se realicen nuestros deseos.

Para un platónico, esto es el abandono del cuerpo y el retorno al mundo ideal, del que el alma nunca debió salir. Para un cristiano, el paraíso. Para un marxista, la sociedad igualitaria y comunista…

En todos esos casos el tiempo presente, el instante de ahora, tiene un valor casi nulo, infinitesimal, porque sólo sirve como medio para el fin perfecto al que se dirige.

Ahora estás estudiando para tener un mejor futuro “laboral”; cuando tengas ese “futuro” laboral, trabajarás para tener un mejor choche, una casa, una pensión… Y ¿para qué vives, al fin y al cabo? Para ganarte el cielo, la otra vida.
Nunca vives ahora, siempre vives en el futuro (o, peor aún, en el pasado, como les pasa a los que ya no creen que tengan ni futuro, o a los que buscan que “se haga justicia” por los “crímenes cometidos”.

Pero ¿y si el tiempo no fuese una línea, orientada a un final, sino un círculo, que vuelve infinitamente sobre sí mismo?
Esta gran visión se le manifestó, como una inspiración arrebatadora, a Nietzsche: el eterno retorno, su pensamiento más abismal, según sus propias palabras. ¿Qué significa?


Principalmente, es una máxima para darle “valor” y sentido a la vida. Parodiando el imperativo categórico de Kant, se podría formular diciendo: actúa de modo que pienses que lo que haces se repetirá infinitamente.

Después intentó argumentarla “físicamente”: Si el tiempo tuviera un final, debería haber llegado ya. ¿Por qué no iba a haber llegado ya? ¿Por qué no estamos ya en el estado “perfecto”?

“Si el mundo tuviese como meta llegar a un estado, éste ya se tendría que haber alcanzado. Ahora bien, el único Factum [hecho] fundamental es que el movimiento del mundo no tiene ningún estado que sea su meta”. Fragmentos póstumos, 11(72)

¿Por qué? Porque el tiempo es infinito, no ha tenido comienzo.

“El mundo subsiste; no es nada que devenga, nada que transcurra; o mejor, deviene, transcurre, pero nunca ha empezado a devenir y nunca ha acabado de transcurrir – se conserva en ambos…
La hipótesis de un mundo creado no debe preocuparnos ni un instante. El concepto de “crear” es hoy totalmente indefendible, inaplicable”. Fragmentos póstumos, 14(188)

Entonces los estados del mundo, que deben ser finitos, se deben haber repetido e ir a repetir infinitas veces. En cada repetición es como si ocurriera por primera vez, porque no hay memoria de las anteriores, pero lo importante es que el tiempo no tiene una historia, es decir, no va hacia ningún lado, hacia ningún juicio final.

El principal sentido de este descubrimiento del eterno retorno es, desde luego, su valor pragmático, su valor para la vida: ¿Cómo sería nuestra actitud vital si llegásemos a “comprender” que este instante que estamos viviendo se repetirá y se ha repetido una y otra vez, infinitamente?
El instante presente pasaría a tener un valor infinito, mayor que ningún otro, porque es el ahora real. Tendría que tener su sentido en sí mismo.



Super-hombre

Un hombre que comprende que el instante de ahora es infinito, y que el mundo no tiene su sentido en otro sitio sino en sí mismo, ni nada le puede dar valor a este instante más que el que lo está viviendo, ese hombre, que está por venir, es el Super-hombre o supra-hombre. Debemos, (y, además, no tenemos más rmedio qué) cultivar ese hombre. Al hombre antiguo (es decir, al hombre moderno) ya no le queda vida, la llegada del nihilismo es inevitable e inminente.


La Voluntad circular

Resumiendo todo lo anterior:

“Imprimir al devenir el carácter del ser – esta es la suprema voluntad de poder.
Que todo retorne es la más extrema aproximación de un mundo del devenir al mundo del ser: cumbre de la consideración”. Fragmentos Póstumos 7 (54)

Los animales de Zaratustra: el águila y la serpiente. Y la serpiente se enroscaba en la pata del águila.

¿Cómo sería la vida si llegásemos a creer a NIetzsche?

lunes, 16 de mayo de 2011

La lógica ilógica de la moral amoral. Nietzsche VI (reedición)

Detrás de toda visión del mundo, de toda teoría filosófica, religiosa y científica, hay un interés, una voluntad de poder, fuerte o débil. Detrás de la cosmovisión tradicional, a la que Nietzsche ataca radicalmente, hay un interés negativo, una voluntad enferma.
Muchas veces Nietzsche lo expresa diciendo que la perspectiva tradicional se funda en la creencia de que las cosas tienen valor y sentido, que existen la libertad y la finalidad.
Sin embargo, luego le vemos a él mismo defendiendo otros valores y otro sentido de las cosas (la voluntad de poder, la vida, la diferencia y jerarquía), proponiéndonos otros fines (amar la vida, ser superhombres).

¿Tiene Nietzsche una propuesta moral, un sistema de valores, alternativo al tradicional? ¿Puede Nietzsche tenerlo, dado que él mismo ha rechazado que se pueda hablar del valor de las cosas, de finalidades que perseguir?


Moral o “moral”. Lo Bueno y lo Vital

Esta es una forma (entre otras) de la “contradicción” que muchos encuentran en el pensamiento de Nietzsche. Quizás sea una verdadera contradicción (incluso a algunos creen que Nietzsche la asume y la quiere; otros creen que una contradicción tan gorda puede volver a uno loco), pero intentemos entenderla como no-contradicción. Para ello tendremos que recurrir a un truco que los teólogos medievales usaban a las mil maravillas: hacer distinciones en el sentido de la (misma) palabra. En este caso, quizás palabras como ‘valor’, ‘moral’, ‘finalidad’ pueden significar cosas diferentes:

En un sentido restringido de los términos ‘moral’, ‘valor’, ‘finalidad’, Nietzsche predica la no-moral, el no-valor, la no-finalidad de toda la realidad. Es amoral. Y la visión tradicional sería la única visión moral y teleológica (finalista) del mundo.
Pero en un sentido amplio, entendiendo moral como toda búsqueda de un sentido de la existencia, Nietzsche sí tiene una moral, precisamente la inversa, según él, a la moral tradicional. A veces Nietzsche, para distinguir, llama a su moral, “moral sin moralina”, la moralina sería la moral pobre, la de la tradición metafísico-cristiana. Podríamos decir que su moral es la moral amoral. Y que el “mal” o “error” de la moral tradicional es ser la moral moral.

“Mi tesis capital: no hay fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de esos fenómenos. Esta interpretación misma tiene un origen extramoral”. Fragmento póstumo.

¿Cómo puede explicarse esa diferencia en el sentido de las palabras ‘moral’, ‘valor’, ‘finalidad’?

Detrás de toda idea y de todo acto, hay, dice Nietzsche, una Voluntad, que es Voluntad de Poder. La diferencia es si esa voluntad es fuerte o débil, afirmativa o negativa.
Como para Kant (y para muchos otros) para Nietzsche la Acción, la praxis, es superior al conocimiento, el Querer es más fundamental que el Saber. Pero ¿cómo queremos actuar? ¿Cómo “debemos” querer actuar? Esto nos lo dice, tradicionalmente, la moral (la moral moral). Nietzsche cree que esta moral se basa en graves errores, todos ellos conectados. Debe ser sustituida por la moral amoral.
Veamos los “errores” de la moral moral, antes de ver la moral amoral de Nietzsche:


Las leyes del rebaño

Según la visión moral tradicional y “normal” (judeo-cristiana y platónica, y también moderna):

-Toda acción es libre y elegida voluntariamente por el sujeto. Si no fuese así, decimos, no se le podría culpar ni alabar. Si no se fuese libre, habría que aceptarlo todo.

Pero, objeta Nietzsche, en verdad no existe la libertad, todo sucede como sucede, y nada más. La libertad es un concepto metafísico (como ya sabía Kant), no natural. Así que nadie tiene culpa (ni mérito) de lo que pasa, ni de lo que “hace”.
Ni siquiera hay un Dios que tenga la culpa de lo que existe:

“Nadie tiene la culpa de su existencia - Falta un ser a quien se pudiera hacer responsable de que alguien en absoluto exista, de que alguien sea tal y como es […] Es un gran consuelo que falte semejante ser.” Fragmentos póstumos 15(30)

Así que están injustificadas las ideas de Culpa, Mérito, y, en general, toda la justicia. Tanto lo perjudicial como lo benéfico, son inocentes. La naturaleza es inocente, porque en ella todo sucede sin intención, ni buena ni mala.

Pero eso no quiere decir que haya que aceptar todo lo que ha sucedido: hay que rechazar lo perjudicial, pero sin atribuirle intención:

“La absoluta necesidad de todo acontecer no tiene nada de coacción: quien ha visto y sentido esto con profundidad ha llegado a las alturas del conocimiento. De su creencia no resulta ni un perdón ni una disculpa: tacho una frase que me ha salido mal aunque vea la necesidad por la que me ha salido mal, porque me molestaba el ruido de un carro” (nota póstuma, de 1886)

-La moral tradicional cree, también, que existe un orden moral natural, una ley natural de lo bueno y lo malo, y nosotros tenemos que reconocerlo (sea con nuestra razón o nuestros sentimientos) y seguirlo.

Según Nietzsche, en cambio, no existe lo Bueno y lo Malo, no hay un orden moral del mundo.
Pero sí existen lo Benéfico y lo Dañino, lo Nocivo y lo Saludable (para la Vida).

-Las acciones, según la moral tradicional, tienen una finalidad, se hacen para algo. Según los hedonistas, lo que buscamos es el placer. Según los platónicos, buscamos el saber.

No, según Nietzsche la Voluntad no quiere otra cosa que ella misma, es Voluntad de Voluntad.
El placer no es más que un síntoma de que nuestra voluntad crece, y el dolor es el síntoma de que nuestro poder decrece. “No queremos ser felices. Eso sólo lo quieren los ingleses”
El conocimiento no es un fin en sí, como creen los socráticos, es sólo un medio, y un medio propio de débiles.

-Pero, sobre todo, en la moral tradicional, el sentido de la existencia, el valor de la vida, está “más allá” de este mundo de cambio y muerte.
De aquí se deducen los valores anti-vitales de
La igualdad,
El Altruismo, la compasión, la caridad.
La paz
La negación del cuerpo (del sexo, de la comida…)


Todos los valores de los débiles e inadaptados, del “rebaño”, que persiguen y condenan todo intento de ser especial, de ser individual y creativo, e intentan medir a todos con el mismo rasero, es decir, con el rasero de los “peores”, de los fracasados.

Pero no, el mundo no tiene el sentido “fuera” de sí. Todo eso es fruto de la debilidad y el resentimiento.

Hasta aquí la moral tradicional, la moral “del rebaño” o “de los esclavos”, cargadita de errores.

La (a)moral de los "señores"


La “moral” de “señores”, que es la propuesta de Nietzsche, es la contra-moral, la no-moral, la amoral. La que no acepta que exista lo bueno y lo malo, la libertad, la culpa, el pecado, las finalidades, el sentido extra o supra-natural.
Hay una forma muy sencilla de encontrar qué valorará esta moral amoral: dale la vuelta a todo lo que se valoraba tradicionalmente. La inversión de los valores cristianos.

“¿Qué es bueno? – todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.
¿Qué es malo? – Todo lo que procede de la debilidad.
¿Qué es la felicidad? – El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda superada.
No apaciguamiento, sino más poder; no paz ante todo, sino guerra; no virtud, sino vigor (virtud al estilo del renacimiento, virtù, virtud sin moralina).
Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer.
¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? – la compasión activa con todos los malogrados y débiles – el cristianismo…” (Anticristo, 2)

La moral tradicional, o sencillamente “la Moral”, consiste precisamente en creer en la moral. Igual que la verdad es que no hay verdad absoluta, la moral es que no hay moral.
Si el gran error del conocimiento es creer que existe lo verdadero y lo falso, el gran “error” en la moral es creer que existe lo bueno y lo malo

“¿Qué valor tienen nuestras estimaciones de valor y nuestras tablas de bienes misma? ¿Qué resulta de su dominio? ¿Para quién? ¿Respecto de qué? – Respuesta: para la vida. ¿Pero qué es la vida? Aquí es necesario, por lo tanto, una versión más precisa del concepto “vida”: mi fórmula para ello reza: la vida es voluntad de poder”. Fragmentos póstumos, 2 (190)


La lógica ilógica (de la moral amoral)

Ahora bien,

-Si no existe la libertad, ¿con qué intención nos propone Nietzsche que cambiemos nuestro sistema de valores? No podemos hacerlo, según él: no somos libres. Parece absurdo hacer una propuesta moral si no existe la libertad. ¿Quién le daría consejos u órdenes a una máquina (suponiendo que esa máquina no sea libre, y sus “actos” ocurran necesariamente como ocurren)? ¿Tiene sentido hablar de Voluntad si la libertad es un mito?

Dice Nietzsche:

“El determinismo sólo es nocivo para aquella moral que cree en el liberum arbitrium como presupuesto de la moralidad, en la “responsablidad”. F.P, 7(60)


Claro que no puede haber responsabilidad sin libertad, pero ¿puede haber siquiera “Voluntad”? ¿Qué significa voluntad, si las cosas no tienen más que un camino? Y ¿puede hacerse recomendaciones morales a quien no tendrá más remedio que hacer lo que hace?
De todas formas, a veces el propio Nietzsche califica al determinismo de una interpretación nuestra de los hechos. La coacción no es demostrable en las cosas. Pero tampoco es demostrable la libertad…

-Si no existen fines, sino que fin es un concepto metafísico inventado por el hombre metafísico, ¿cómo puede Nietzsche proponernos como meta el ultrahombre, la nueva moral amoral? ¿Puede hablar de metas y finalidades quien cree que no existe fin alguno?

Refiriéndose a lo que persigue su filosofía dice:

“la “autosuperación del hombre”, para emplear una fórmula moral en un sentido supramoral” F.P. 2(13)

O sea, es consciente de que usa un lenguaje moral, “autosuperación”, pero pretende darle un sentido supramoral. Ahora bien, la propia palabra “supramoral” ¿no es a su vez, una palabra moral? ¿Se puede hablar de “superación”, de mejor y peor, en un sentido no moral?

Os enlazo un video de un aspirante a superhombre (curiosamente este muchacho es...)

Lo mederno, vejes de lo antiguo. Nietzsche V (reedición)

Alguno de vosotros podría pensar que lo que critica Nietzsche (la moral tradicional, la metafísica y la religión) son cosas, en verdad, del pasado, porque ya la edad moderna, que empezó hacia el siglo XV, ha ido poco a poco abandonando todo eso:

-la moral tradicional, basada en la autoridad absoluta de origen divino, se ha cambiado por morales como el Utilitarismo o la ética formal kantiana, que sitúan el valor de las cosas en el sujeto, en cada uno de nosotros, y no creen en bienes absolutos y trascendentes.

-Esto ha dado lugar, en política, al estado de ciudadanos, y luego a la democracia o a los movimientos socialistas.

-la metafísica va poco a poco agonizando ante el empuje imparable de la ciencia empírica o "positivista".

-la religión ha ido perdiendo adeptos y, creen muchos, se va convirtiendo casi en una simple formalidad o ritual.

Quien piense así es, según Nietzsche, un ingenuo. La modernidad no ha supuesto realmente un cambio en los valores y creencias fundamentales, sino, simplemente, un intento (inconsciente) de traer esos valores tradicionales a este mundo. Se trata sólo de una “secularización” (hacer inmanente lo que era trascendente, conservando su estructura de valores):

-las morales modernas, sean utilitaristas-hedonistas o sean éticas del deber, conservan el dogma fundamental de la moral platónico-cristiana: los valores están más allá de uno-aquí-y-ahora, son universales e iguales para todos. Son valores anti-vitales, tales como la Igualdad, la Paz… Sigue siendo “moral del rebaño”.

-La política moderna, con su creación de la democracia basada en la igualdad de los ciudadanos, sigue siendo, también, la política de la “rebelión de los esclavos”, la moral de los “pobres”, de los débiles. El socialismo es una especie de cristianismo “terrenizado”, que sueña con la utopía o ideal de la paz e igualdad de todos, cosa antinatural y antivital, porque lo vital es la guerra y la diferencia (la aristocracia).

“Creo que el gran movimiento que avanza incontenible, el movimiento democrático de Europa –eso que se llama “progreso”- lo mismo que ya su preparación y precursor moral, el cristianismo, sólo significa en el fondo la enorme e instintiva conjura global del rebaño contra todo lo que es pastor, animal depredador, eremita y César, a favor de la conservación y elevación de todos los débiles, abatidos, malparados, mediocres, medio malogrados, como una prolongada sublevación de esclavos (…)” (Fragmentos póstumos, 2 (13))

-La ciencia no ha acabado con la metafísica, sino que la ha absorbido y asimilado, porque la Ciencia es, en el fondo, la heredera de las creencias metafísicas: también el científico cree que la realidad es racional y que se guía por unas leyes eternas. Esta “creencia” es la misma que la antigua creencia en Dios, y tan infundada como ella (el científico no puede demostrar que el mundo tenga que regirse por leyes), pero disfrazada de una forma más modesta. El científico se basa, dice, en el método empírico, pero este método no nos permite asegurar nada, ninguna ley, ninguna sustancia, ninguna universalidad y necesidad.

-La religión tradicional, por tanto, sigue vigente, aunque se ha hecho más humilde en sus pretensiones de demostrarse. Se demuestra sólo por la fe, como decía Lutero, pero esta fe es firme.

Y donde se pierde esta fe en los valores tradicionales (y Nietzsche cree que se va perdiendo y no tiene más remedio que acabar perdiéndose) el hombre moderno cae en el Nihilismo negativo, o sea, en la creencia de que, muerto Dios, ya nada tiene ningún valor.

Así que la edad moderna es sólo la última etapa de la moral tradicional. En ella Dios ha muerto (ha perdido todo el crédito la creencia tradicional en valores trascendentes, en Dios, la inmortalidad personal, la finalidad de la vida humana…), pero eso sólo provoca una situación de total desánimo. Sigue habiendo el mismo rechazo al mundo de la vida, pero ahora ese odio y resentimiento no tiene siquiera el consuelo que se inventó y mantuvo durante siglos.
El hombre moderno debe ser superado. Hay que esperar al Ultrahombre (übermensch).

“Mi filosofía dará a muchos la justificación para suicidarse”

domingo, 15 de mayo de 2011

Nietzsche, el arte y la ciencia (Nietzsche IV) (Reedición)

La relación que el pensamiento de Nietzsche guarda con el Arte y con la Ciencia es, como en general el pensamiento de Nietzsche, ambiguo, ambivalente, “contradictorio”, positivo y crítico a la vez.


Nietzsche y la Ciencia

-Por un lado Nietzsche alabó el trabajo metódico y honesto de la ciencia (él mismo era de formación académica científica –filólogo-, no filosófica). La ciencia, además, según creía Nietzsche, ha destruido o, al menos, hecho inverosímiles e inservibles todas las teorías metafísicas: la existencia del alma, de finalidades e intenciones en la naturaleza, de la libertad, de Dios… Según la cosmovisión mecanicista, el mundo se explica materialmente y de manera determinista e inconsciente, sin fines ni libertad.
Además, Nietzsche buscó a menudo apoyo en la ciencia a algunas de sus intuiciones filosóficas, por ejemplo a la del eterno retorno, o a la de la voluntad de poder en la naturaleza.

-Sin embargo, en otro aspecto, Nietzsche ve en la ciencia el mismo error de fondo que en la metafísica: la creencia en leyes universales, como si el mundo estuviese hecho por una razón providencial. Aunque el científico no sea consciente, está suponiendo la existencia de Dios.
Además, los conceptos científicos, tales como átomo, fuerza, etc, son conceptos antropomórficos, metafísicos, inobservables, que el científico introduce para poder reducir y hacer cognoscible la naturaleza, pero conceptos que, por ser estáticos e inamovibles, destruyen aquello que intentan conocer.
La ciencia es inconsciente de sus supuestos metafísicos. El filósofo (nietzscheano) no se sentirá atado por los resultados de la ciencia, porque estos no son más que una interpretación, cargada de supuestos metafísicos inconscientes.

El átomo, por ejemplo, no es más que una antropomorfización: la idea de su sujeto, de yo, trasladada a la naturaleza.


Nietzsche rechazó, también, la teoría darwinista, considerándola una simple interpretación “inglesa” de la vida. La vida, según Nietzsche, no se limita a buscar la supervivencia, sino el exceso, el poder. Sacrifica muchos individuos para conseguir un solo individuo excepcional. Así deberíamos hacer los hombres.



Nietzsche y el arte

Todavía más paradójica es la actitud de Nietzsche hacia el arte.
Nietzsche mismo, como su antípoda Platón, fue un artista, y hubiera pasado seguramente a la historia de la literatura aunque no hubiese pasado a la de la filosofía. Para Platón, el arte servía como expresión humana de lo que no puede expresarse. Pero, a la vez, el arte estaba alejado (“tres grados”) de la realidad, que es puramente racional.
Por supuesto, esta no es la concepción de Nietzsche.
¿Cómo veía Nietzsche el arte?

-Por una parte, el artista es creador de mundos. A veces Nietzsche lo opone al científico, que se limitaría a usar mecánicamente conceptos creados por otros. Todos los conceptos fueron, en origen, metáforas, que se han ido consolidando en una sociedad. Así que el científico sólo aparece cuando el artista ha creado ya el concepto.
Si no es mediante el lenguaje racional como podemos llegar a la “esencia” de la vida, a lo vital, puede ser el artista, que no se siente sujeto a la verdad, quien use el lenguaje verdaderamente creativo.

-Pero, por otra parte, el artista puede ser también quien escapa del mundo, porque no le gusta, y crea paraísos artificiales. En este sentido, el artista estaría muy próximo a la religión. Esto se aplica bien a los artistas “románticos”, pero también se podría decir de la idealización clásica.



Nietzsche y Wagner

Como en los otros ámbitos (la religión, la moral…), todo depende de qué intente crear el artista, si es una visión vital y feliz, o, al contrario, una visión débil y amarga de la realidad. El modelo artístico de Nietzsche era un arte trágico afirmativo, que él creía encontrar en la tragedia griega anterior a Eurípides. En ella el artista afirmaba el dolor y el caos, aunque sujetándose voluntariamente a las normas y las medidas apolíneas.
¿Es Nietzsche un romántico, o un clásico? Él creía tener un estilo equilibrado, no sentimental o romántico. Pero basta leer su Así habló Zaratustra para comprobar que no tiene nada que ver con un arte medido y clásico.

Nietzsche, que era músico, conoció de joven al gran compositor Richard Wagner, y entabló buena amistad con él (y con su mujer, Cósima Wagner). Al principio Nietzsche vio en Wagner el recuperador de una visión heroica y trágica, anticristiana.

Pero, con el tiempo, fue viendo que Wagner no compartía su odio al cristianismo y su vitalismo radical. Nietzsche llegó a convertirse en “enemigo” (espiritual) de Wagner, y a considerarlo como un nuevo artista que odia la vida, y lo expresa con una música melancólica y apasionada. Nietzsche dice preferir la música francesa, más alegre y ligera, más “vitalista”.
No dejó Nietzsche de reconocer la belleza de la música wagneriana. De los últimos compases del preludio de su ópera Parsifal, dijo Nietzsche que eran los compases de una belleza más triste que había oído jamás.

"Preludio de Pársifal, el mayor bien que se me ha hecho desde hace mucho tiempo [...]. Ningún pintor ha pintado una visión tan indescrptiblemente melancólica y tierna como Wagner [...]  Como si después de muchos años por fin alguien me hablara de los problemas que me preocupan, naturalmente no con la respuesta que tengo preparada para ellos [...]" (Notas póstumas)

Os sugiero que os sentéis, cerréis los ojos, y escuchéis este Preludio de Parsifal de Wagner (lamentablemente, está dividido en dos vídeos. Si queréis oír sólo los compases más conmovedores, a juicio de Nietzsche -y mío-, escuchad el segundo vídeo, y en particular los últimos compases -unos dos minutos-).
Después podéis escuchar (tercer vído) una composición del propio Nietzsche, sobre un poema de su amiga Lou Andreas Salomé, joven e inteligentísima muchacha de la que estuvo enamorado (en un amor romántico y con final no-"feliz")





viernes, 13 de mayo de 2011

Sagrado ateismo (Nietzsche III) (Reedición)

No todos los hombres tienen la oportunidad de leer a Platón o a Kant, ni de argumentar sus actitudes vitales. Para la mayoría de la gente, para los “pobres”, la metafísica se llama religión.
El cristianismo, según Nietzsche, la más evolucionada y, por tanto, la más nociva de las religiones, es “un platonismo para pobres”. Aunque también se podría decir que el platonismo (la metafísica entera) es religión enriquecida, con “argumentos” o argucias.
El último libro que Nietzsche dejó para la publicación se llama El Anticristo, y en él se lanza un ataque feroz contra el cristianismo.

Historia de las creencias

¿Por qué es el cristianismo la peor de las religiones, el peor de los males?
La religión es la proyección que los hombres hacen de su vida. Cada religión refleja la forma de ver la vida de cada sociedad.

-En las primeras religiones los hombres veían a sus dioses con virtudes vitalistas: luchaban, se engañaban, disfrutaban de la vida, afrontaban el dolor con valentía, y hasta morían: una sociedad abandonaba a sus dioses cuando estos dejaban de serle propicios. Normalmente, una sociedad primitiva se convertía a la religión de los dioses de los vencedores, porque los veían más poderosos.

-Un capítulo crucial en la historia de las religiones fue el judaísmo. El pueblo de Israel, orgulloso e indomable, con un gran instinto de supervivencia pese a todas las circunstancias, muy desfavorables, en lugar de aceptar a los dioses de los vencedores (egipcios, babilonios, romanos…) se aferraron a su Dios único y celoso. Hasta las desgracias las interpretó el pueblo de Israel como una prueba a que les sometía Yahwéh-Dios, y comenzaron a soñar con un futuro en que su Dios-Amo les daría el dominio sobre todo el mundo: la llegada del Mesías. Esta "decisión" supuso la consagración de la debilidad, y fomentó una actitud hostil hacia este mundo. Interpretaron todo en términos de pecado y un orden moral universal. Lo “malo” pasó a ser lo que era fuerte y vital, lo “bueno” se identificó con lo antinatural.

“Los judíos son el pueblo más notable de la historia universal, ya que, enfrentados al problema de ser o no ser, han preferido, con una consecuencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier precio: ese precio fue la falsificación radical de toda naturaleza, de toda naturalidad, de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior entero”.

-El siguiente y definitivo paso en esta nefasta carrera hacia la inversión del valor vital la da el Cristianismo. Pero hay que distinguir entre Cristo y la Iglesia.

Cristo es el profeta de los débiles, pobres, inadaptados, enfermos… Sus mandamientos son no oponer resistencia, no luchar, no devolver mal por mal. Según Nietzsche, Cristo es sólo un pobre idiota pacifista. Su mensaje es similar al del budismo: buscan acabar con el sufrimiento mediante la inacción. Pero el budismo es propio, según Nietzsche, de personas cultas, por eso no se molesta en tener Dios, dice clara y contundentemente que busca la Nada (el nirvana). En cambio, el cristianismo es propio de las clases intelectualmente más bajas.

“Cabalmente la antítesis de toda pugna, de todo sentirse-a-sí-mismo-en-lucha se ha vuelto aquí instinto: la incapacidad de oponer resistencia se convierte aquí en una moral (“no resistas al mal”, la frase más honda de los evangelios, su clave, en cierto sentido), la bienaventuranza en la paz, en la afabilidad, en el no-poder-ser-enemigo”.

-Pero la Iglesia que se construyó sobre el nombre de Cristo, y que tuvo su principal fundador en san Pablo, cogió su imagen y la cargó con mentiras aún más nocivas: la idea de premio y castigo eternos, la idea de inmortalidad del alma… Con ello el sacerdote podía dominar al rebaño. La Iglesia tiene un gran deseo de poder, pero para ello utiliza la corrupción de sus seguidores. El sacerdote cristiano envenena la vida de los fieles, les hace creer que esta vida es un valle de lágrimas, que el placer es pecado.

“Y de un solo glope se hizo del evangelio la más despreciable de todas la promesas incumplibles, la desvergonzada doctrina de la inmortalidad personal. (…) En Pablo cobra cuerpo el tipo antitético de “buen mensajero”, el genio en el odio, en la visión del odio, en la implacable lógica del odio”.

“Cuando se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el “más allá” –en la nada- se le ha quitado a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad personal destruye toda razón, toda naturaleza existente en el instinto”.

-Por último, Lutero y el protestantismo en general, suponen una desgracia más, porque cuando, en el Renacimiento, el cristianismo estaba a punto de transformarse en lo contrario, gracias a tipos vitalistas y fuertes como el “cruel” César Borgia (papas que luchaban por el poder, con cualquier medio, y que vivían en la abundancia y la alegría), consiguieron rescatarla gracias a su vuelta a la fe profunda y al concepto de gracia y pecado.

En resumen, el Cristianismo culmina la inversión de las religiones, desde los dioses vitales y aristocráticos hasta el Dios de los débiles y resentidos.

“El concepto cristiano de Dios – Dios como Dios de los enfermos, Dios como araña, Dios como espíritu – es uno de los conceptos de Dios más corruptos a que se ha llegado en la tierra; tal vez representa, incluso, el nivel más bajo en la evolución descendente del tipo de los dioses. ¡Dios, degenerado a ser la contradicción de la vida, en lugar de ser su transfiguración y su eterno sí! ¡En Dios, declarada la hostilidad a la vida, a la naturaleza, a la voluntad de vida! ¡Dios, fórmula de toda calumnia del “más acá”, de toda mentira del “más allá”! ¡En Dios, divinizada la nada, canonizada la voluntad de nada!...” (Anticristo, 18)

“El concepto “Dios”, inventado como concepto antitético de la vida – en ese concepto concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera hostilidad a muerte contra la vida! ¡El concepto de más allá, “mundo verdadero”, inventado para desvalorizar el único mundo que existe – para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea! ¡El concepto “alma”, “espíritu” y por fin incluso “alma inmortal”, inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar – hacerlo santo – (…)” Ecce homo, Por qué soy un destino, 8)

Nietzsche emite su "veredicto":

“Yo condeno al cristianismo, yo levanto contra la Iglesia cristiana la más terrible de todas las acusaciones que jamás acusador alguno ha tenido en su boca. Ella es para mí la más grande de todas las corrupciones imaginables, ella ha querido la última de las corrupciones posibles. Nada ha dejado la iglesia cristiana de tocar con su corrupción, de todo valor ha hecho un no-valor, de toda verdad, una mentira, de toda honestidad, una bajeza del alma” (Anticristo, 62)

La peor "culpa" del cristianismo

Pero ¿cuál es la principal objeción contra el cristianismo?
NO que sea una mentira (porque, según Nietzsche, la verdad no existe, llamamos verdad a la mentira que nos conviene), sino que sea una mentira nociva para la vida y la voluntad de poder:

“Lo que nos separa [de la Iglesia y del Cristianismo en general] no es el hecho de que ni en la historia, ni en la naturaleza, ni detrás de la naturaleza encontremos nosotros un Dios, sino el que aquello que ha sido venerado como Dios nosotros lo sintamos no como algo “divino”, sino como algo digno de lástima, absurdo, nocivo, no sólo como un error, sino como un crimen contra la vida…”

El cristianismo es la religión del nihilismo, del resentimiento contra la vida, del espíritu de venganza. No todos los dioses han sido siempre así.

Dionisos frente al Crucificado

Nietzsche no se niega a que consideremos sagrada la existencia, sino a cierta forma de entender lo sagrado.
“Yo sólo creería en un dios que supiese bailar” dice Nietzsche (su casera cuenta que, días antes de su definitiva locura, bailó desnudo y exaltado en su habitación). ¿Hay ese dios, que sabe bailar, o lo ha habido?

Entre los griegos Nietzsche creyó encontrar a un dios que representa justo lo contrario al espíritu del cristianismo. Dionisos, el dios de la viña, patrono de la fiesta báquica y de la Tragedia, encarna, según Nietzsche, una afirmación incondicional a la vida tal como es, sometida a constante cambio. Dionisos es capaz de afirmar incluso el dolor como positivo.
Frente a él, los griegos pusieron a Apolo, dios de la luz y el orden, es decir, según Nietzsche, del deseo de congelar la vida. Sócrates, cuando decida creer que existen ideas universales, se declarará seguidor de Apolo.
Nietzsche firmaba a menudo como Dionisos, el Anticristo.

Dios ha muerto

Pero el cristianismo ha llegado a un estado de suicidio. Curiosamente, uno de sus mandamientos, el “dí siempre la Verdad” (cuya función moral era tener controlado a todo individuo, hacerlo previsible) ha llevado a los europeos a preguntarse por la verdad de Dios mismo. Y al final han reconocido que no se le encuentra por ninguna parte. Hoy sólo un estúpido, cree Nietzsche, se molesta en intentar demostrar la existencia de Dios. Hoy es más vergonzoso que nunca creer. Por eso, según Nietzsche, la fe se vuelve más imperdonable cuanto más avanzamos en la historia.
Así que, el gran consuelo que tenía la debilidad humana, ha desaparecido.

¿Podrá el hombre soportar la vida sin esos valores morales trascendentes que le daba la religión, sin la promesa de premios y castigos y la inmortalidad personal?
Muchos “tendrán que suicidarse”. Pero algunos irán más allá del hombre-moderno, y superarán el nihilismo aprendiendo a vivir sin aquellos valores, sabiendo que el sentido de la vida no está fuera, sino en la vida misma, no en un eterno más allá sino aquí y ahora. Sólo eso “redimirá” nuestra existencia.

“¿Se me ha comprendido? – Dionisos contra el Crucificado…” (última frase de Ecce Homo).

¿Qué os parece? ¿Tiene razón Nietzsche en su ataque a la religión, especialmente al Cristianismo? ¿Hace la vida mejor o peor, la Religión? ¿Puede el hombre vivir sin religión, y sin Iglesia?

viernes, 6 de mayo de 2011

La sinrazón de los racionalistas: razones para el irracionalismo. Nietzsche II (reedición)

Nietzsche es un filósofo. Como para todos los filósofos, su pregunta fundamental, la que se hizo y nos hace en todo momento, es ¿qué sentido tiene nuestra vida? Pero Nietzsche cree descubrir que lo que nos han contestado hasta ahora los sabios, es falso.


El razonamiento metafísico

¿Qué han dicho sobre eso los grandes sabios de la humanidad?

En nuestra cultura europea esos sabios (o lo más parecido a ellos) son los filósofos. Entre todos ellos, el padre de todos ellos, Platón (y Sócrates), dijo mejor y más claramente que ninguno la respuesta ortodoxa.

Para empezar, esa respuesta había que buscarla en el Conocimiento. Para Platón y todos los filósofos el sentido de la vida está en el Conocimiento, en la búsqueda de la Verdad.
Y ¿cuál es esa verdad? La Verdad, han dicho, está más allá de lo que vemos, más allá del mundo físico y sensible, en un mundo perfecto de esencias, al que sólo podemos llegar mediante la razón.
¿Por qué creían esto los filósofos? Lo que percibimos naturalmente, dicen, es un mundo de cosas variadas y en continuo cambio. Todo nace y todo muere, nada es igual a nada, y nada permanece igual ni a sí mismo. Pero, dice el filósofo (Platón), no podemos pensar ni comprender nada si todo está cambiando. Ni siquiera eso que está cambiando podemos pensarlo si no es mediante ideas que no cambian nunca.

Los fenómenos pueden cambiar de cualidades o características (una cosa caliente se enfría, una cosa pequeña crece, una cosa achatada se estira…) pero las cualidades en sí mismas, las ideas o formas, no pueden cambiar: el Calor no es nunca Frío, es sólo el Calor; la Pequeñez no es Grande; lo Achatado no es lo Estirado…

De aquí el Filósofo pasa a la siguiente afirmación: los fenómenos que percibimos no son la verdadera realidad, sino apariencia, ilusión… porque son en sí contradictorios, incognoscibles. El filósofo debe buscar la realidad en sí, que está más allá de las apariencias que nos presentan los sentidos. Esas Ideas sólo se pueden alcanzar con la Razón, y son eternas e inmutables.
Hasta aquí llega el razonamiento del Metafísico, que le lleva a dividir la realidad en dos mundos:
-El Mundo Ideal, que es el verdaderamente real según la metafísica, es racional (no sensible), eterno, no cambia. Es el mundo del Ser.
-El Mundo Material es sensible, ilusorio, cambiante: es el mundo de Devenir.

Kant, aunque dijo que la metafísica no podía ser ciencia, no supuso en realidad un gran cambio en el esquema metafísico. También según él los fenómenos esconden detrás una realidad en sí. La diferencia con Platón y el antiguo racionalismo es que Kant ya no se atreve a decir que podemos conocer ese mundo de las esencias: la metafísica lleva siglos dando vueltas sobre sí misma, sin convencer a nadie, y quedando en ridículo ante el progreso real de las ciencias de la naturaleza, basadas en los fenómenos. Pero Kant le deja un hueco de honor al mundo Ideal, en su Crítica de la Razón Práctica: mediante nuestro imperativo moral incondicional podemos postular que somos seres espirituales y libres, y que seremos juzgados por un Dios.

Pero ¿es correcto el razonamiento del metafísico?


El fallo del razonamiento racionalista

El razonamiento racionalista o metafísico se reduce a lo siguiente:  
Si no existiesen Ideas, es decir, esencias eternas e inmutables de las cosas, el conocimiento sería imposible, la realidad sería incognoscible. Así que tiene que existir un mundo de Ideas, que es la verdadera realidad, de la cual este mundo cambiante es sólo una apariencia, debida a nuestra ignorancia.

Pero este razonamiento, dice Nietzsche, es una falacia. ¿Quién nos ha dicho que el mundo tiene que estar hecho para que lo comprendamos nosotros? De nuestra pretensión de racionalizarlo todo no se deduce que la realidad tenga que ser así, racional. El metafísico inventa cómo le gustaría que fuese el mundo para que él lo comprendiese.

Y, de hecho, podemos ver que la creencia del metafísico es falsa. El mundo es un caos de sorpresas, con algunas islas de estabilidad, pero no sabemos cuánto durará esa estabilidad. No podemos asegurar nada.

Platón dijo que existen las ideas eternas, Kant aseguró que tenemos conocimientos sintéticos a priori. ¿Cómo demostraron esto? Diciendo que tenemos una gran certeza de que las matemáticas no van a cambiar. Pero una gran certeza no garantiza nada: es sólo nuestra necesidad de tener esa fe.


Cómo nacieron los conceptos

La verdad es la inversa a la que cree el metafísico: no es que estén las ideas en la razón y el mundo natural sea una imagen de ellas, sino que las ideas son una creación del "hombre". (Entre paréntesis Hombre, porque Hombre es una idea más, abstracta y ficticia como lo son todas las ideas).
La realidad es lo individual y pasajero, el “devenir” o suceder. Nosotros intentamos conocer esa realidad mediante ideas. Toda idea comienza siendo un signo individual, que vale para un suceso concreto. Pero usamos ese signo, como una extensión o metáfora, para todo aquello que se parece algo a ese suceso. Aunque no hay dos hechos ni dos cosas idénticos ni un momento (dos hojas iguales), unos se parecen a otros en ciertos aspectos. Nosotros agrupamos en nombres los parecidos, y clasificamos todos los hechos particulares en supuestas ideas universales (la idea 'Hoja'). Realmente nada es universal, ni siquiera el lenguaje con el que nos referimos a las ideas generales.

Así que el conocimiento falsea los hechos, para poder someterlos a leyes universales.
En verdad, nada tiene unidad, nada es sustancial, nada es permanente, nada tiene ninguna finalidad. Cuanto más general es una idea, más vacía y alejada está de lo que pasa, de la realidad, del mundo del cambio. Las ideas más universales y vacías son la especialidad del metafísico: Ser, Sustancia, Unidad, Fin… En ellas no queda nada ya del cambio y vida que es la realidad.


Cuestión de perspectiva

Si las ideas las inventamos nosotros, el mundo es como queramos verlo.
Ya Kant dijo que imponemos al mundo nuestra forma de verlo, pero se equivocó al pensar que esa forma era igual en todos: cada individuo puede crear su propia forma de ver el mundo, decidiendo fijarse en unos u otros parecidos de las cosas, según sus intereses vitales. La realidad es perspectivista, no hay una Verdad universal y única. Todo es interpretación, no hay hechos puros y objetivos.


El Pragmatismo. “Al principio fue la Acción”

Pero ¿Por qué han inventado los hombres esta visión metafísica, estática, ordenada, absoluta?

Esta pregunta es más importante todavía: no se trata de señalar el error metafísico, porque, al fin y al cabo, si todo es perspectiva o interpretación y no hay verdades absolutas, tampoco el perspectivismo puede ser una verdad absoluta.

Pero detrás del error metafísico hay un error mayor, que es precisamente creer que la respuesta al sentido de la vida está en el conocimiento.
¿Por qué han dado los filósofos tanta importancia al conocimiento, hasta considerarlo la única actividad respetable? ¿Por qué el máximo mandamiento es no-mentir?
La explicación, dice Nietzsche, hay que ir a buscarla “detrás” del conocimiento y de la metafísica. Como hemos dicho, la realidad depende de nuestra decisión al mirarla. No hay una realidad única, fuera de nuestros intereses. Seleccionamos una u otra forma de ver el mundo, unas u otras ideas, según nuestros interesas prácticos, es decir, según nuestra Voluntad, no según nuestro Conocimiento. Las teorías de los filósofos, los pensamientos de las personas, esconden detrás una voluntad, una forma de querer la vida. Detrás de toda teoría, hay una moral.

Hay que hacer psicología y genealogía de los filósofos y de las creencias metafísicas de los hombres, preguntarse por qué han creído tal cosa. Hay que situarse “más allá del bien y del mal” para ver qué moral se esconde tras cada visión del mundo.

Así que, contra lo que piensan los filósofos tradicionales, es la Voluntad la que está detrás de toda teoría: es una actitud vital la que promueve una forma de ver las cosas. Por tanto, debemos dirigir nuestra mirada desde el Conocimiento hacia la Decisión

 (Esto es similar a lo que dijo Marx: las ideas son “superestructuras” producidas por las relaciones materiales. Por debajo de las ideas está la acción). Como dice Goethe, “al principio fue la Acción”.


Las verdaderas razones del racionalista. La moral de la metafísica

¿Qué moral hay detrás de la visión tradicional, de la visión metafísica de la existencia? ¿Por qué los hombres “necesitan” tanto las ideas universales? La “razón” es que un mundo en que todo cambia, en que no se sabe nunca qué va a ocurrir dentro de un rato, es un mundo peligroso, causa temor. Nos conviene creer que la naturaleza es previsible, y buscamos todos aquellos fenómenos que se repiten. Así creemos que todo está regido por leyes que hacen totalmente previsible el futuro.
¿Qué actitud vital, entonces, está detrás de esta búsqueda de seguridad de la metafísica y la ciencia? Sólo una actitud vital que busca, sobre todo, seguridad y tranquilidad. Es decir, sólo una actitud vital temerosa, débil… que rehúye el riesgo y la aventura, que se dedica más a reaccionar que a la acción, que teme más que vive.

Supongamos por un momento que la ciencia llegase a describir todo según leyes. Se sabría entonces todo lo que va a pasar, lo que me va a pasar a mí mismo (porque yo soy una pieza más del mecanismo universal). ¿Qué pasaría entonces con la Vida? Simplemente se acabaría, porque ya no habría nada que decidir ni que hacer, todo estaría paralizado.

Quien busca seguridad, busca la nada, busca la muerte.
Así que la actitud que hay detrás de la búsqueda de seguridad, en la metafísica y en las ciencias, es la actitud de la falta de fuerza vital, de la debilidad, de la cobardía.
Un ser vital, no quiere que todo esté quieto, sino que haya sorpresas y caos.

“A la realidad se la ha despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido mentirosamente un mundo ideal… El “mundo verdadero” y el “mundo aparente” –dicho con claridad, el mundo fingido y la realidad… Hasta ahora la mentira del ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y falseada por la mentira hasta en sus instintos más básicos – hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro”. (Ecce homo Prólogo, 2).

En resumen, la visión metafísica del mundo es falsa porque confunde la realidad con un mundo inmutable creado mediante metáforas (error teórico), un mundo ideal creado para dar seguridad a una actitud vital cobarde e inadaptada, que teme el cambio y el riesgo que supone la vida (error práctico).

martes, 3 de mayo de 2011

La vida enferma. Nietzsche I (reedición)

Informe clínico, por el doctor Nietzsche, fisiólogo, psicólogo y geneálogo.

Datos del paciente:
Nombre: Hombre
Apellidos: Europeo
Edad: Moderna, según él (o sea, de avanzada edad).
Sexo: más varón que hembra (la “mujer” es una creación de sus delirios enfermizos).

Síntomatología:
El paciente presenta decaimiento y fuertes dolores.
Dice aburrirse y tener angustia total.
Se observa salpullidos de vulgaridad por todo su cuerpo.
En la fase más avanzada de la enfermedad sostiene que ya todo le da igual, que se aburre con todo y que si no se suicida es sólo por pereza.

Analítica clínica:
En una primera fase de análisis psicosomático llevado a cabo en el paciente, se encuentra las siguientes causas “internas” de la enfermedad: División de la realidad y fe metafísica. El paciente “vive” (o malvive) creyendo que existen dos mundos, o que el mundo está dividido en dos. Creemos vivir, según él, en un mundo de fenómenos, en que todo cambia, todo pasa, nada permanece mucho tiempo igual. Pero en realidad, sigue diciendo, nuestras esencias o ideas son eternas e inmutables, y no se pueden ver con los ojos ni oler con las narices.
Por más que se le habla, el paciente apenas es capaz de comprender que las ideas no existen, son simples signos utilizados metafóricamente. Padece una ilusión muy viva.
El paciente cree, además, que él es alguien persistente a lo largo del tiempo, cree en su Yo.
Por supuesto, todo esto le hace vivir continuamente fuera de sí, más en el pasado o en el futuro (que son simples construcciones ideales suyas) que en el presente.

Investigando más a fondo, encontramos lo siguiente como origen de su enfermedad metafísica: El paciente lleva toda su vida padeciendo miedos a la vida. No ha sabido adaptarse al riesgo que supone estar vivo, ha querido tenerlo todo previsto y congelado, como si estuviese muerto. Esto le ha provocado el tumor metafísico-religioso, que en su fase más avanzada se llama Cristianismo, y que consiste en creer real justo lo contrario de lo que es real, y tomar por malo justo lo que es saludable y por bueno lo que es nocivo.
Así ha llegado a despreciar el alimento, el sexo, la lucha, el dolor. ¡Afirma creer que todos somos iguales, y tenemos el mismo derecho a vivir! (caso claro de aborregamiento).

Diagnóstico:
Se le diagnostica NIHILISMO agudo. Ha perdido el sentido de la Vida, se ha quedado sin Voluntad, o, digamos, su voluntad es extremadamente débil y enfermiza, incapaz de vivir.

Prescripción facultativa:
Se le prescribe que:
-en primer lugar, se tome el diurético “muerte de Dios”, tres veces al día, antes de cada comida, hasta que expulse todo resto de fe.
-simultáneamente, será sometido a extirpación de los tumores metafísicos que le han crecido por todo el cuerpo, especialmente en la cabeza.
-una vez esto le haya hecho efecto, y esté limpio de toda esperanza sobrenatural, se le someterá a rehabilitación vital, mediante terapia de Ultrahumanidad (consistente básicamente en tener que andar por sí mismo, sin muletas espirituales) y de sano EGOÍSMO.
-por último, cuando su voluntad esté algo más fortalecida, se le implantará un nuevo corazón de la marca ETERNO RETORNO, con el cual llegue a amar todos y cada uno de los momentos de su vida y a ser afirmativo en todos sus instantes.




Friedrich Nietzsche fue un pensador alemán, que vivió entre los años 1844 y 1900. Desde joven fue un apasionado del conocimiento en su sentido más profundo, y, aunque padeció toda su vida muchos dolores físicos debidos a una dolencia cerebral (que le hacía a veces desear la muerte y le acabaría dejando mentalmente inválido los últimos nueve años de su vida), se hizo cargo de los problemas más fundamentales de la humanidad y de los pensamientos más “peligrosos” y “abismales” pensados en los últimos ciento y pico años.


De la pasión con que se dedicó al conocimiento del hombre y de su destino, valgan estas líneas de una carta que escribió a un amigo:


"¡Por fin, mi querido y buen amigo! El sol de agosto luce ya sobre nosotros; el año camina hacia su ocaso y sobre las montañas y los bosques todo se hace más tranquilo y silencioso. Han surgido en mi horizonte ideas nunca vistas, pero no quiero dejar percibir nada de ellas y quiero conservarme yo mismo en una indestructible tranquilidad. ¡Tendré que vivir todavía algunos años! Cuando tales ideas llegan a mi cerebro, mi querido amigo, llega también la de que vivo una vida muy peligrosa y que pertenezco a aquellas máquinas que pueden romperse. Lo intenso de mi sensibilidad me produce espanto y risa. Ya me he visto imposibilitado, algunos días, de abandonar mi cuarto por el risible motivo de que mis ojos estaban inflamados. ¿Y por qué? Porque el día anterior había llorado mucho, y no lágrimas sentimentales, sino de júbilo, en mis solitarios paseos, durante los cuales voy cantando, llorando y delirando a un tiempo, lleno de una nueva visión que poseo antes que ningún otro hombre”. (Epistolario. carta a Peter Gast, 1881. Editado por Biblioteca Nueva)

Las ideas a las que se refiere Nietzsche son las del terrible “descubrimiento” de la muerte de Dios (todo carece de sentido y valor), y las del Ultrahombre (tiene que venir un hombre que sepa vivir sin ideales metafísicos ni religiosos, o sea, sobrenaturales), y el Eterno Retorno (el sentido de la vida sólo se recuperará si se desea que todo vuelva a suceder eternamente, y que el instante de ahora tenga un valor infinito).

En sus últimas cartas firmaba como Dionisos, y alguna vez llegó a firmar como “El Crucificado”. Su último acto consciente fue abrazarse llorando al cuello de unos caballos a los que su amo estaba fustigando. Después de eso fue internado en un psiquiátrico, donde aún vivió nueve años sin, al parecer, enterarse de la enorme fama que su filosofía iba cobrando por toda Europa.
A algunos les gusta pensar que su locura se la inventó él, como último acto de su pensamiento, que apuntaba a ver la vida como Juego y Locura (los médicos no opinan lo mismo, claro).

La importancia del pensamiento de Nietzsche, como él mismo presintió, no es posible calcularla todavía. Según muchos, con él acaba toda una etapa de la historia humana, y a partir de ahora habrá que vivir de otra forma: sin esos ideales trascendentes que la religión ha promovido siempre, y que Nietzsche creyó insostenibles ya para siempre.

Estas son algunas imágenes reales de Nietzsche, en sus últimos días de vida:



Hay una película sobre él, Cuando Nietzsche lloró, (que podéis encontrar en internet) pero yo no pienso verla.