-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza.
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos.
(Platón)

martes, 5 de abril de 2016

Nietzsche y Platón. Diálogo en las montañas

Una tarde que andaba solo por el monte vi y oí dialogar a dos imágenes, que me parecieron las de Platón y Nietzsche. Se pararon cerca de mí, sin notar mi presencia, y miraron hacia la ciudad, al pie de la montaña, donde las gentes comerciaban, y reían y lloraban.

Nietzsche.- Míralos. Con sus afanes de siempre. Viven como amodorrados.

Platón.- Desde luego.

N.- ¡Pocos tienen la triste necesidad que tú y yo, la de pensar!

P.- ¿Necesidad, dices? ¿No será Libertad?

N.- Más valdría vivir, y no pensar.

P.- Y ¿qué es vivir sino pensar? ¡Nada!

N.- Y todo.

P.- ¿Les envidias?

N.- No, ellos ni piensan ni viven. Tú, aunque no existes, por lo menos piensas, y yo… Tú y yo somos un principio y un final. A mí me hubiera gustado ser ya otro principio, el de sólo vivir, pero he tenido la misión de ser sólo su anuncio…

P.- ¿De verdad crees eso? Siempre que te he oído decir algo así, pensaba que lo decías para consumo del vulgo.

N.- Quizás sea así. Si te digo la verdad, nunca he distinguido bien qué digo con convicción y qué digo en broma.

P.- Mejor así. Quien no vive en la ironía, vive… o malvive en la ignorancia. Pero, contéstame, ¿quién crees que viene después de quién, tú de mí o yo de ti?

N.- ¿¡lo preguntas en serio!? Sabes que lo que tú hiciste, eso que llaman Metafísica, ya no puede volver. Yo sólo he puesto el punto final que estaba pidiendo a gritos.

P.- ¡A veces me sorprende tu ingenuidad! Creo que eres esclavo del mismo error que has combatido a veces, o sea, la creencia en una historia que va hacia algún lado, en un futuro… dentro de un tiempo lineal… ¿No dices tú que todo se repite?

N.- ¿Me vas a decir que tú crees en el círculo, en el eterno retorno?

P.- No, eso es cosa de dioses.., si te refieres al eterno presente mismo; o de piedras, si te refieres al eterno otro… A los que, como tú o yo, estamos a medio camino entre los dioses y las piedras, entre lo mismo y lo Otro, nos cuadra mejor una espiral. Todo se repite, pero no exactamente igual. Tú y yo somos puntos del mismo ciclo, pero los más alejados, y por eso los más cercanos, si trazas un corte en la espiral. ¿Sabes que en mi época hubo alguien muy parecido a ti?

N.- ¿A quién te refieres?

P.- A Calicles. Muchas de las cosas que dices las repetía él: que si el valor de las cosas lo decide la voluntad del más fuerte, que si la filosofía es cosa de enfermos, que momifica cuanto toca… ¡Sí! Amaba la vida…

N.- ¿Y crees que tú le refutaste?

P.- No, yo no, lo hizo Sócrates antes que yo.

N.- ¡Sócrates! ¿Fue un santo, o un santurrón, un héroe o un cobarde?

P.- Sócrates fue el hombre más exigente, y el más valiente. Tú y yo no le llegamos a las rodillas. ¿No decías que hay que vivir? Compara tu vida o la mía con la suya: tú y yo somos sólo pensadores: él era un vividor.

N.- También fue quien más se engañó a sí mismo.

P.- ¿Crees que inventó lo que quería creer?

N.- Eso es: era su forma de hacerse más fuerte que Calicles, por ejemplo. Pero para eso tenía que envenenar la vida.

P.- Esa objeción ya la contestó el propio Sócrates: si el fuerte se deja dominar, eso es lo que le corresponde. ¿No dices tú eso del pueblo, de la masa obrera?

N.- Pero es muy triste que los que son simple rebaño se hayan hecho con el poder.

P.- Amigo, eres una de las mentes más sensibles a la tragedia humana, al dolor, a la angustia, no me cabe duda… No hay más que oírte hablar. Y, ¿no es ese el problema para los filósofos?

N.- Sí. Lo que nos diferencia es las respuestas que damos.

P.- Muy bien. Sócrates se dio perfecta cuenta de que la dignidad y exigencia que hay en nosotros es incompatible con la muerte. Sólo quien se menosprecia puede creerse mortal. Si el hombre es esto que vemos, que se puede destruir tan fácilmente, no tiene ningún valor. Pero cada uno sabe que él tiene un valor infinito.

N.- Eso lo cree la rana de sí misma.

P.- Y con razón. Tú, en cambio, te dices a ti mismo y nos dices que la dignidad y la valentía consisten en reconocer y querer que todo pasa, que nada es. Sólo en esa aceptación de lo totalmente cambiante estaría la libertad. Pero no sé si así te liberas hasta de ti mismo y te quedas en pura nada.

N.- ¿Y qué? Mejor ser nada que creer ser algo.

P.- ¿Has leído mi Parménides?

N.- De joven. Te confieso que toda mi vida lo he evitado, diciéndome a mí mismo que sólo era un galimatías de una cabeza griega tan grande como la tuya.

P.- Tú has dicho a veces que tu filosofía es la contraria a la del viejo Parménides. Él dijo que todo es Uno, eterno, inmóvil; tú, que todo es Múltiple, cambiante, pasajero…

N.- Sí. He dicho que vivimos en una época protagórica: uno es la medida de todo. Tal vez tenías razón en que yo vine también antes de Sócrates…

P.- ¡Así que eres un hijo de la burguesía ilustrada, un enfermo!

N.- Esa broma es demasiado, ¿no crees?

P.- Perdóname, es una ironía. Decía: Parménides y tú sois contrarios ¿no? Entonces ¿qué vamos a hacer con vosotros? ¿Prescindimos de uno de los dos, del Uno o del Otro?

N.- O de los dos. Pero si prescindís de mí, os quedáis sin enemigo, ¡y entonces sí que estaríais ya del todo secos y tiesos!

P.- Tal vez. Y ¿qué pasa si prescindimos del viejo Parménides? Tú has escrito: si eliminamos el mundo verdadero, no nos quedamos con el aparente…

N.- Exacto.

P.- Y has dicho, quizás, más verdad de la que crees. Sin lo Uno, sin lo Inmóvil, todo tu pensamiento se queda en la sombra total. ¡Ya sí que podríamos dedicarnos sólo a lo que tú llamas "vivir"! Es más, no tendríamos más remedio: nada de pensar. Sólo a hacer nuestra santa voluntad, aquí y ahora mismo.

N.- Como dioses.

P.- O como piedras, más bien, porque eso es vivir sin consciencia, ser una piedra, un muerto. Los que vivimos en la mezcla (como tú o yo), no podemos prescindir de lo Uno y lo Otro, de lo Mismo y lo Diferente, de lo Eterno y lo Cambiante. Sin uno de esos polos, se acaba el tiempo, la vida y todo. Parménides y tú sois dos polos, que se implican mutuamente. Sin lo múltiple y cambiante, lo Uno y eterno no se manifiesta; sin lo Uno, lo múltiple es inconcebible.

N.- Total, que somos pura contradicción. Y eso es lo que digo yo, al fin y al cabo.

P.- No estaría mal que tú y yo estemos diciendo lo mismo. Pero falta un detalle. ¿Sabes por qué puse mi sabiduría en la boca de Parménides, y no en la de Protágoras o Calicles?

N.- Porque tu corazoncito está con lo inmóvil y momio.

P.- Tiene que ver con lo que entiendo por Amor, y Vida. Lo europeos de ahora no sabéis amar. Sois un poco sucios y románticos. Si se os toca se queda uno pegajoso.

N.- Parece que vas a decir algo que suene bien.

P.- El amor es asimetría, tendencia desigual, tensión inclinada hacia arriba. No es ese revoltijo de lo uno y lo otro revolcándose en unas sábanas. El amor es hijo de lo Uno y lo Múltiple, de lo Mismo y lo Diferente, pero su tendencia es siempre hacia lo Uno y lo Mismo, porque en eso es en lo que hay vida y Acción pura. En lo Otro y diferente lo que hay es caos y muerte, nada.

N.- Has estado a punto de embrujarme otra vez. La metafísica siempre será seductora. Pero me niego a entregarme. No conseguiréis que me meta en la secta. Prefiero mi soledad en la nada que vuestro paraíso lleno de sonrisas de sacerdotes.

P.- Dicho así, casi me embrujas tú a mí. Pero no, no me convence que me juntes con los sacerdotes. Estoy de acuerdo contigo en que no hay ser más sucio sobre la tierra, y que sus culpas, pecados y penas son pura sed de venganza y debilidad. Así que sigo con lo mío, mi misticismo racional.

N.- Allá tú. Mejor para mí: sin enemigos se me plantearía un gran problema. Quizás tendría que… ponerme a vivir.

P.- No te preocupes, que eso no va a pasar. Olvídate, te lo aconsejo, de esa patraña de que eres el final de nada. Cambiarán algo las palabras, pero mientras haya hombres o algo que se le parezca, habrá la dialéctica de lo Uno y lo Otro, siempre en contradicción y siempre unidos; pero habrá también la solución del Amor, que ve en lo Otro una carencia de unidad, y busca lo uno sin descanso, allí donde ve algo bello.

N.- ¿Bajamos?

P.- Vamos.

N.- ¿Qué les diremos a las gentes?

P.- Tú diles, una vez más, que Dios es, en realidad, el Hombre. Yo seguiré diciéndoles que el Hombre es, en realidad, Dios.

N.- ¡Sí! ¡Así podrán seguir diciendo que somos unos puros chalados!

P.- Pero a la vez no podrán prescindir de nosotros. Somos su conciencia.

N.- ¡Qué vanidoso eres! Eso también lo comparto contigo.

(Y siguieron su paseo, bajando la ladera, mientras se hacía de noche).

¿Con quién "te quedas" (o te vas): con Platón, con Nietzsche, con los dos, con ninguno...?

lunes, 21 de marzo de 2016

La sinrazón del racionalista (Nietzsche II)

Nietzsche es un filósofo. Como para todos los filósofos, su pregunta fundamental, la que se hizo y nos hace en todo momento, es ¿qué sentido tiene nuestra vida? Pero Nietzsche cree descubrir que lo que nos han contestado hasta ahora los sabios, es falso.


El razonamiento metafísico

¿Qué han dicho sobre eso los grandes sabios de la humanidad?

En nuestra cultura europea esos sabios (o lo más parecido a ellos) son los filósofos. Entre todos ellos, el padre de todos ellos, Platón (y Sócrates), dijo mejor y más claramente que ninguno la respuesta ortodoxa.

Para empezar, esa respuesta había que buscarla en el Conocimiento. Para Platón y todos los filósofos el sentido de la vida está en el Conocimiento, en la búsqueda de la Verdad.

Y ¿cuál es esa verdad? La Verdad, han dicho, está más allá de lo que vemos, más allá del mundo físico y sensible, en un mundo perfecto de esencias, al que sólo podemos llegar mediante la razón.


¿Por qué creían esto los filósofos? Lo que percibimos naturalmente, dicen, es un mundo de cosas variadas y en continuo cambio. Todo nace y todo muere, nada es igual a nada, y nada permanece igual ni a sí mismo. Pero, dice el filósofo (Platón), no podemos pensar ni comprender nada si todo está cambiando. Ni siquiera eso que está cambiando podemos pensarlo si no es mediante ideas que no cambian nunca.

Los fenómenos pueden cambiar de cualidades o características (una cosa caliente se enfría, una cosa pequeña crece, una cosa achatada se estira…) pero las cualidades en sí mismas, las ideas o formas, no pueden cambiar: el Calor no es nunca Frío, es sólo el Calor; la Pequeñez no es Grande; lo Achatado no es lo Estirado…

De aquí el Filósofo pasa a la siguiente afirmación: los fenómenos que percibimos no son la verdadera realidad, sino apariencia, ilusión… porque son en sí contradictorios, incognoscibles. El filósofo debe buscar la realidad en sí, que está más allá de las apariencias que nos presentan los sentidos. Esas Ideas sólo se pueden alcanzar con la Razón, y son eternas e inmutables.

Hasta aquí llega el razonamiento del Metafísico, que le lleva a dividir la realidad en dos mundos:

  1. El Mundo Ideal, que es el verdaderamente real según la metafísica, es racional (no sensible), eterno, no cambia. Es el mundo del Ser.
  2. El Mundo Material es sensible, ilusorio, cambiante: es el mundo de Devenir.


Kant, aunque dijo que la metafísica no podía ser ciencia, no supuso en realidad un gran cambio en el esquema metafísico. También según él los fenómenos esconden detrás una realidad en sí. La diferencia con Platón y el antiguo racionalismo es que Kant ya no se atreve a decir que podemos conocer ese mundo de las esencias: la metafísica lleva siglos dando vueltas sobre sí misma, sin convencer a nadie, y quedando en ridículo ante el progreso real de las ciencias de la naturaleza, basadas en los fenómenos. Pero Kant le deja un hueco de honor al mundo Ideal, en su Crítica de la Razón Práctica: mediante nuestro imperativo moral incondicional podemos postular que somos seres espirituales y libres, y que seremos juzgados por un Dios.

Pero ¿es correcto el razonamiento del metafísico?


El fallo del razonamiento racionalista

El razonamiento racionalista o metafísico se reduce a lo siguiente:  
Si no existiesen Ideas, es decir, esencias eternas e inmutables de las cosas, el conocimiento sería imposible, la realidad sería incognoscible. Así que tiene que existir un mundo de Ideas, que es la verdadera realidad, de la cual este mundo cambiante es sólo una apariencia, debida a nuestra ignorancia.

Pero este razonamiento, dice Nietzsche, es una falacia. ¿Quién nos ha dicho que el mundo tiene que estar hecho para que lo comprendamos nosotros? De nuestra pretensión de racionalizarlo todo no se deduce que la realidad tenga que ser así, racional. El metafísico inventa cómo le gustaría que fuese el mundo para que él lo comprendiese.

Y, de hecho, podemos ver que la creencia del metafísico es falsa. El mundo es un caos de sorpresas, con algunas islas de estabilidad, pero no sabemos cuánto durará esa estabilidad. No podemos asegurar nada.

Platón dijo que existen las ideas eternas, Kant aseguró que tenemos conocimientos sintéticos a priori. ¿Cómo demostraron esto? Diciendo que tenemos una gran certeza de que las matemáticas no van a cambiar. Pero una gran certeza no garantiza nada: es sólo nuestra necesidad de tener esa fe.


Cómo nacieron los conceptos

La verdad es la inversa a la que cree el metafísico: no es que estén las ideas en la razón y el mundo natural sea una imagen de ellas, sino que las ideas son una creación del "hombre". (Entre paréntesis Hombre, porque Hombre es una idea más, abstracta y ficticia como lo son todas las ideas).


La realidad es lo individual y pasajero, el “devenir” o suceder. Nosotros intentamos conocer esa realidad mediante ideas. Toda idea comienza siendo un signo individual, que vale para un suceso concreto. Pero usamos ese signo, como una extensión o metáfora, para todo aquello que se parece algo a ese suceso. Aunque no hay dos hechos ni dos cosas idénticos ni un momento (dos hojas iguales), unos se parecen a otros en ciertos aspectos. Nosotros agrupamos en nombres los parecidos, y clasificamos todos los hechos particulares en supuestas ideas universales (la idea 'Hoja'). Realmente nada es universal, ni siquiera el lenguaje con el que nos referimos a las ideas generales.

Así que el conocimiento falsea los hechos, para poder someterlos a leyes universales.
En verdad, nada tiene unidad, nada es sustancial, nada es permanente, nada tiene ninguna finalidad. Cuanto más general es una idea, más vacía y alejada está de lo que pasa, de la realidad, del mundo del cambio. Las ideas más universales y vacías son la especialidad del metafísico: Ser, Sustancia, Unidad, Fin… En ellas no queda nada ya del cambio y vida que es la realidad.


Cuestión de perspectiva

Si las ideas las inventamos nosotros, el mundo es como queramos verlo.
Ya Kant dijo que imponemos al mundo nuestra forma de verlo, pero se equivocó al pensar que esa forma era igual en todos: cada individuo puede crear su propia forma de ver el mundo, decidiendo fijarse en unos u otros parecidos de las cosas, según sus intereses vitales. La realidad es perspectivista, no hay una Verdad universal y única. Todo es interpretación, no hay hechos puros y objetivos.


El Pragmatismo. “Al principio fue la Acción”

Pero ¿Por qué han inventado los hombres esta visión metafísica, estática, ordenada, absoluta?

Esta pregunta es más importante todavía: no se trata de señalar el error metafísico, porque, al fin y al cabo, si todo es perspectiva o interpretación y no hay verdades absolutas, tampoco el perspectivismo puede ser una verdad absoluta.

Pero detrás del error metafísico hay un error mayor, que es precisamente creer que la respuesta al sentido de la vida está en el conocimiento.

¿Por qué han dado los filósofos tanta importancia al conocimiento, hasta considerarlo la única actividad respetable? ¿Por qué el máximo mandamiento es no-mentir? La explicación, dice Nietzsche, hay que ir a buscarla “detrás” del conocimiento y de la metafísica. Como hemos dicho, la realidad depende de nuestra decisión al mirarla. No hay una realidad única, fuera de nuestros intereses. Seleccionamos una u otra forma de ver el mundo, unas u otras ideas, según nuestros interesas prácticos, es decir, según nuestra Voluntad, no según nuestro Conocimiento. Las teorías de los filósofos, los pensamientos de las personas, esconden detrás una voluntad, una forma de querer la vida. Detrás de toda teoría, hay una moral.

Hay que hacer psicología y genealogía de los filósofos y de las creencias metafísicas de los hombres, preguntarse por qué han creído tal cosa. Hay que situarse “más allá del bien y del mal” para ver qué moral se esconde tras cada visión del mundo.

Así que, contra lo que piensan los filósofos tradicionales, es la Voluntad la que está detrás de toda teoría: es una actitud vital la que promueve una forma de ver las cosas. Por tanto, debemos dirigir nuestra mirada desde el Conocimiento hacia la Decisión

(Esto es similar a lo que dijo Marx: las ideas son “superestructuras” producidas por las relaciones materiales. Por debajo de las ideas está la acción). Como dice Goethe, “al principio fue la Acción”.


Las verdaderas razones del racionalista. La moral de la metafísica

¿Qué moral hay detrás de la visión tradicional, de la visión metafísica de la existencia? ¿Por qué los hombres “necesitan” tanto las ideas universales? La “razón” es que un mundo en que todo cambia, en que no se sabe nunca qué va a ocurrir dentro de un rato, es un mundo peligroso, causa temor. Nos conviene creer que la naturaleza es previsible, y buscamos todos aquellos fenómenos que se repiten. Así creemos que todo está regido por leyes que hacen totalmente previsible el futuro.


¿Qué actitud vital, entonces, está detrás de esta búsqueda de seguridad de la metafísica y la ciencia? Sólo una actitud vital que busca, sobre todo, seguridad y tranquilidad. Es decir, sólo una actitud vital temerosa, débil… que rehúye el riesgo y la aventura, que se dedica más a reaccionar que a la acción, que teme más que vive.

Supongamos por un momento que la ciencia llegase a describir todo según leyes. Se sabría entonces todo lo que va a pasar, lo que me va a pasar a mí mismo (porque yo soy una pieza más del mecanismo universal). ¿Qué pasaría entonces con la Vida? Simplemente se acabaría, porque ya no habría nada que decidir ni que hacer, todo estaría paralizado.

Quien busca seguridad, busca la nada, busca la muerte.
Así que la actitud que hay detrás de la búsqueda de seguridad, en la metafísica y en las ciencias, es la actitud de la falta de fuerza vital, de la debilidad, de la cobardía.

Un ser vital, no quiere que todo esté quieto, sino que haya sorpresas y caos.

“A la realidad se la ha despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido mentirosamente un mundo ideal… El “mundo verdadero” y el “mundo aparente” –dicho con claridad, el mundo fingido y la realidad… Hasta ahora la mentira del ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y falseada por la mentira hasta en sus instintos más básicos – hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro”. (Ecce homo Prólogo, 2).

En resumen, la visión metafísica del mundo es falsa porque confunde la realidad con un mundo inmutable creado mediante metáforas (error teórico), un mundo ideal creado para dar seguridad a una actitud vital cobarde e inadaptada, que teme el cambio y el riesgo que supone la vida (error práctico).

jueves, 17 de marzo de 2016

La vida enferma (Nietzsche I)

Informe clínico-metafísico, por el meta-doctor Nietzsche, fisiólogo, psicólogo y genealogista de las Ideas.

Datos del paciente:

Nombre: Hombre
Apellidos: Europeo
Edad: Moderna, según él (o sea, de avanzada edad).
Sexo: más varón que hembra (la “mujer” es una creación de sus delirios enfermizos).

Síntomatología:

El paciente presenta decaimiento y fuertes dolores.
Dice aburrirse y tener angustia.
Se observan salpullidos de vulgaridad por todo su cuerpo.
En la fase más avanzada de la enfermedad sostiene que ya todo le da igual, que se aburre con todo y que si no se suicida es sólo por pereza.

Analítica clínica:

En una primera fase de análisis psicosomático llevado a cabo en el paciente, se encuentra las siguientes causas “internas” de la enfermedad: División de la realidad y fe metafísica. El paciente “vive” (o malvive) creyendo que existen dos mundos, o que el mundo está dividido en dos. Creemos vivir, según él, en un mundo de fenómenos, en que todo cambia, todo pasa, nada permanece mucho tiempo igual. Pero en realidad, sigue diciendo, nuestras esencias o ideas son eternas e inmutables, y no se pueden ver con los ojos ni oler con las narices.
Por más que se le habla, el paciente apenas es capaz de comprender que las ideas no existen, son simples signos utilizados metafóricamente. Padece una ilusión muy viva.
El paciente cree, además, que él es alguien persistente a lo largo del tiempo, cree en su Yo.
Por supuesto, todo esto le hace vivir continuamente fuera de sí, más en el pasado o en el futuro (que son simples construcciones ideales suyas) que en el presente.

Investigando más a fondo, encontramos lo siguiente como origen de su enfermedad metafísica: El paciente lleva toda su vida padeciendo miedos a la vida. No ha sabido adaptarse al riesgo que supone estar vivo, ha querido tenerlo todo previsto y congelado, como si estuviese muerto. Esto le ha provocado el tumor metafísico-religioso, que en su fase más avanzada se llama Cristianismo, y que consiste en creer real justo lo contrario de lo que es real, y tomar por malo justo lo que es saludable y por bueno lo que es nocivo.
Así ha llegado a despreciar el alimento, el sexo, la lucha, el dolor. ¡Afirma creer que todos somos iguales, y tenemos el mismo derecho a vivir! (caso claro de aborregamiento).

Diagnóstico:

Se le diagnostica NIHILISMO agudo. Ha perdido el sentido de la Vida, se ha quedado sin Voluntad, o, digamos, su voluntad es extremadamente débil y enfermiza, incapaz de vivir.

Prescripción facultativa:

Se le prescribe que:
-en primer lugar, se tome el diurético “muerte de Dios”, tres veces al día, antes de cada comida, hasta que expulse todo resto de fe.
-simultáneamente, será sometido a extirpación de los tumores metafísicos que le han crecido por todo el cuerpo, especialmente en la cabeza.
-una vez esto le haya hecho efecto, y esté limpio de toda esperanza sobrenatural, se le someterá a rehabilitación vital, mediante terapia de Ultrahumanidad (consistente básicamente en tener que andar por sí mismo, sin muletas espirituales) y de sano EGOÍSMO.
-por último, cuando su voluntad esté algo más fortalecida, se le implantará un nuevo corazón de la marca ETERNO RETORNO, con el cual llegue a amar todos y cada uno de los momentos de su vida y a ser afirmativo en todos sus instantes.




Friedrich Nietzsche fue un pensador alemán, que vivió entre los años 1844 y 1900. Desde joven fue un apasionado del conocimiento en su sentido más profundo, y, aunque padeció toda su vida muchos dolores físicos debidos a una dolencia cerebral (que le hacía a veces desear la muerte y le acabaría dejando mentalmente inválido los últimos nueve años de su vida), se hizo cargo de los problemas más fundamentales de la humanidad y de los pensamientos más “peligrosos” y “abismales” pensados en los últimos ciento y pico años.


De la pasión con que se dedicó al conocimiento del hombre y de su destino, valgan estas líneas de una carta que escribió a un amigo:


"¡Por fin, mi querido y buen amigo! El sol de agosto luce ya sobre nosotros; el año camina hacia su ocaso y sobre las montañas y los bosques todo se hace más tranquilo y silencioso. Han surgido en mi horizonte ideas nunca vistas, pero no quiero dejar percibir nada de ellas y quiero conservarme yo mismo en una indestructible tranquilidad. ¡Tendré que vivir todavía algunos años! Cuando tales ideas llegan a mi cerebro, mi querido amigo, llega también la de que vivo una vida muy peligrosa y que pertenezco a aquellas máquinas que pueden romperse. Lo intenso de mi sensibilidad me produce espanto y risa. Ya me he visto imposibilitado, algunos días, de abandonar mi cuarto por el risible motivo de que mis ojos estaban inflamados. ¿Y por qué? Porque el día anterior había llorado mucho, y no lágrimas sentimentales, sino de júbilo, en mis solitarios paseos, durante los cuales voy cantando, llorando y delirando a un tiempo, lleno de una nueva visión que poseo antes que ningún otro hombre”. (Epistolario. carta a Peter Gast, 1881. Editado por Biblioteca Nueva)

Las ideas a las que se refiere Nietzsche son las del terrible “descubrimiento” de la muerte de Dios (todo carece de sentido y valor), y las del Ultrahombre (tiene que venir un hombre que sepa vivir sin ideales metafísicos ni religiosos, o sea, sobrenaturales), y el Eterno Retorno (el sentido de la vida sólo se recuperará si se desea que todo vuelva a suceder eternamente, y que el instante de ahora tenga un valor infinito).

En sus últimas cartas firmaba como Dionisos, y alguna vez llegó a firmar como “El Crucificado”. Su último acto consciente fue abrazarse llorando al cuello de unos caballos a los que su amo estaba fustigando. Después de eso fue internado en un psiquiátrico, donde aún vivió nueve años sin, al parecer, enterarse de la enorme fama que su filosofía iba cobrando por toda Europa.
A algunos les gusta pensar que su locura se la inventó él, como último acto de su pensamiento, que apuntaba a ver la vida como Juego y Locura (los médicos no opinan lo mismo, claro).

La importancia del pensamiento de Nietzsche, como él mismo presintió, no es posible calcularla todavía. Según muchos, con él acaba toda una etapa de la historia humana, y a partir de ahora habrá que vivir de otra forma: sin esos ideales trascendentes que la religión ha promovido siempre, y que Nietzsche creyó insostenibles ya para siempre.

Estas son algunas imágenes reales de Nietzsche, en sus últimos días de vida:



martes, 1 de marzo de 2016

Juicio a la Razón, primera parte (Kant)

Hay cierta expectación a las puertas del juzgado. Hoy comienza el juicio contra un personaje muy respetado e ilustre, en quien muchos habían depositado una gran confianza, y algunos, incluso, todos sus ahorros espirituales. Se llama Razón Humana.

El fiscal presenta cargos graves contra ella: en pocas palabras, la acusa de haber invadido funciones que no le corresponden, y haber ejercido de monarca absoluta, imponiendo su autoridad sobre la Ciencia y la Moral. El juicio se celebra en la sede de los Juzgados Trascendentales, en la pequeña ciudad de Köninsberg.
La jueza, a la que no se puede ver la cara porque está en penumbra, lee los cargos que se presentan contra la acusada:


-Señora Doña Razón Humana, funcionaria consejera principal del Estado, se le acusa de haberse extralimitado en sus funciones y haber ejercido una influencia despótica e injustificada sobre los otros funcionarios, tanto en el Ministerio del Conocimiento como en el Ministerio de Decisiones, Deseos y Buenas Obras. Dividiremos este juicio en dos sesiones: trataremos primero de sus presuntos delitos en el Ministerio del Conocimiento. ¿Tiene la acusada algo que declarar al respecto?
Razón.- Toda mi vida llevo trabajando por el ser humano, intentando iluminarle y hacerle libre de la ignorancia, su peor enemigo. Yo he buscado el sentido de su vida y de sus actos. Eso es todo lo que tengo que decir.
Jueza.- Pueden interrogarla el fiscal y la defensa.


(la Razón y la Ciencia)

Fiscal.- Señora Razón, ¿no es cierto que usted afirma que conoce la auténtica realidad de las cosas, y muestra a menudo desprecio por lo que hace la señora Ciencia, de la cuál usted debería ser consejera?
Razón.- La Ciencia sin mí no es nada, es más. no es nada aparte de mí. Yo se lo doy todo
  
Fiscal.- Y ¿cómo explica usted que, mientras ha durado su despótico dominio, no hayamos avanzado ni un palmo, y que ni su propio hijo, la Metafísica, el que dio a luz siendo usted aún virgen, no se ponga de acuerdo ni consigo mismo? ¿Y, en cambio, desde que la Ciencia se ha decidido a sacudirse su yugo, hemos hecho más progresos que en toda la historia?
Razón.- Los temas que yo trato a solas son muy difíciles y principales; la ciencia sólo avanza en cosas minúsculas, relacionadas con la tecnología.

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a doña Ciencia.
Jueza.- Que entre doña Ciencia.

(Entra y jura decir la verdad)

Fiscal.- Señora Ciencia, ¿puede decirnos a qué se dedica?
Ciencia.- Intento conocer la Naturaleza, o sea, cómo funcionan las cosas.
Fiscal.- ¿Qué ayuda podría y debería prestarle la acusada, la Razón, en su importante labor?
Ciencia.- Bueno, ella está encargada de acompañar a los Sentidos y presentarle hipótesis generales, formas de organizar lo que aprendemos.
Fiscal.- ¿Ha estorbado alguna vez la señora Razón su trabajo?
Ciencia.- Lo cierto es que a veces se pone a hacer afirmaciones gratuitas, pretendiendo decirme cómo son las cosas sin atenerse a los datos ni probarlo experimentalmente. Normalmente lo único que hace cuando se pone en ese plan es distraerme, pero a veces, cuando se junta con la directora de la Asociación de Esperanzas Infinitas, me refiero a doña Teología, llegan a intentar impedirme mi trabajo. Dicen que yo ataco todo lo que nuestros antepasados nos habían mandado creer.
Fiscal.- Muchas gracias.

(Se sienta. Interroga la Defensa de la Razón)

Defensa.- ¿No es cierto, señora Ciencia, que lo que usted llama "conocer el mundo" se limita a observar las apariencias, y medirlas y pesarlas?
Ciencia.- Observo lo que veo, claro.
Defensa.- Lo que ve con sus ojos, ¿verdad? Y ¿no es verdad que usted no es siquiera capaz de distinguir si lo que ve es una ilusión o la verdad?
Ciencia.- ¡Eso me dice a veces la Razón! Pero ¿¡qué sé yo de eso!? Distinguir sueño de realidad lo sabe hacer cualquiera. Yo, por lo menos, digo que acerca de si las cosas son o no como podamos verlas, no tengo nada que decir. Sólo quiero que no se metan en mi trabajo.
Defensa.- ¿No es verdad, doña Ciencia, que la razón va, ella sola, descubriendo la matemática, y que sin ella usted no podría dar un paso?
Ciencia.- Ahí sí me es de gran utilidad la acusada. Para mí la matemática es, por decirlo así, mi lenguaje. O, mejor aún, las reglas de mi lenguaje. Pero el contenido de las palabras tengo que sacarlo del mundo mismo, no de la Razón. Eso es lo que ella se empeña en no reconocer.
Defensa.- Y ¿qué tiene usted que decirnos sobre el sentido de la vida humana, sobre nuestro destino y todo eso?
Ciencia.- Nada de nada. Yo sólo hablo de lo que sé.
Defensa.- Y ¿por qué niega usted que la Razón nos pueda decir algo al respecto?
Ciencia.- Creo que me está usted confundiendo con el fiscal: yo no digo que ella no tenga nada que decir, lo que digo es que ella no es Ciencia, no se atiene a lo comprobable. Sólo pido que respete mi trabajo.
Defensa.- Muchas gracias.


(La Metafísica: dialéctica de la razón)

Fiscal.- Señoría, quisiera llamar a declarar a don Hilemorfinez el Metafísico, el hijo de doña Razón Pura, porque lo tuvo siendo ella aún virgen.

(Entra en la sala el Metafísico, un personaje estrafalario que lleva una cara de frente y otra en la nuca, como si fuesen dos hermanos siameses pegados por la espalda. Jura decir la verdad).

Fiscal.- ¿A qué se dedica usted?
Hilemorfinez de frente.- Soy metafísico, de nacimiento. Me dedico a investigar lo más importante, lo que no puede verse con los ojos, sino sólo con la mente pura.
Fiscal.- ¿De dónde saca usted todo su presunto conocimiento?
Hilemorfinez.- Lo heredé de mi madre. Si tengo alguna duda, le pregunto a ella, que guarda todos los recuerdos en el cajón de la cómoda.
La espalda de Hilemorfez.- ¡Tú no sabes nada de nada! ¡Eres un ignorante engreido!
Hilemorfinez.- No le hagan caso, es mi espalda, una maldita sombra que se llama Materialismo, una tara de nacimiento. ¡Señor, qué habré hecho para merecer esto!

Fiscal.- Señora jueza, quiero demostrarle que todo lo que dice este hombre son puras ilusiones, y que ni él se pone de acuerdo consigo mismo.
Jueza.- Proceda.
Fiscal.- Veamos: Usted afirma que los humanos somos almas inmortales, seres inmateriales, ¿no es así?
Hilemorfinez.- Lo afirmo rotundamente. Si pienso, existo. Y como puedo separar la idea de pensamiento de la de cuerpo, sé que el pensamiento es algo independiente. Además es inmortal, puesto que sabe cosas eternas, como los números.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Qué estupidez! Tú no has visto nunca un alma, ni la verás. Lo único que sabes es que piensas, pero eso lo hace tu cerebro. Estás más vacío que mis bolsillos.

Fiscal.- Veamos otro ejemplo: ¿dice usted que somos libres en nuestros actos?
Hilemorfinez.- Por supuesto (si no ¿cómo podríamos ser juzgados y culpados?). Tiene que haber una causa libre, no todo puede estar determinado, porque así iríamos al infinito…
Hilemorfinez-espalda.- ¡Tonterías! No hay nada libre: todo está hecho de átomos, incluido tu cerebro, y los átomos se mueven según leyes que nadie puede cambiar. Hasta si fuese cierto que pasan cosas por azar, eso no sería nada parecido a la libertad.

Fiscal.- Última prueba, señoría: Afirma usted, Hilemorfinez, que existe una Persona Infinitamente Perfecta y Todopoderosa…
Hilemorfinez.- Por supuesto: su existencia se deduce de su esencia, o sea de la idea de Perfección.
Hilemorfinez-espalda.- ¡Lo que se deduce es la inexistencia de tu cerebro! ¿Cómo vas a sacar una cosa de sólo una idea? Decir que algo existe no es decir nada, si no dices dónde está y cómo comprobarlo (Se ponen a discutir sin parar).
Fiscal.- No tengo más preguntas. Creo, señoría, que es evidente que no hay cosa en la que éste, el niño mimado de la acusada, esté de acuerdo consigo mismo. Lleva así desde que nació, y no hay visos de que vaya a mejorar. Sinceramente, señoría, creo que necesita atención médica. Y su estado es fruto de la procreación virginal de la acusada, que quiso tener hijos sin comercio carnal.

Jueza.- Tiene la palabra la defensa.

Defensa.- Señor Hilemorfinez, ¿a qué atribuye usted esas desavenencias entre su rostro y su espalda?
Hilemorfinez.- A que mi tarea es muy difícil, y este engendro que me cuelga de nacimiento, el Materialismo, es difícil de reducir. Pero estoy tomando medicaciones que ha elaborado mi madre, muy potentes en racionalina y analiticoides, y creo que pronto estaré bien.
La espalda de Hilemorfinez.- ¡Ni te creas que te vas a deshacer de mí, loco! ¡Algún día serás tú el que esté en el museo de momias!

(Hilemorfinez se pone a discutir con su espalda sin parar; tienen que desalojarlo de la sala. Fiscal y Defensa presentan sus conclusiones).

Fiscal.- Creo que ha quedado demostrado que la acusada no sabe nada de lo que dice saber por sí sola, y ha invadido funciones que no le corresponden, con premeditación y usando de la mentira. Con ello ha impedido o retrasado el progreso de la Humanidad, estorbando el trabajo de la Ciencia, a la que debía servir. Pido que se le quiten todos los poderes que ha ido acumulando, que se le ordene no acercarse jamás a la Teología y que su hijo, Hilemorfinez, sea recluido en un sanatorio, donde reciba la atención necesaria.

Defensa.- Señoría, es evidente que los cargos que se le imputan a mi defendida son injustos y proceden de la soberbia de ciertos revolucionarios modernos, adoradores de la Ciencia, que no quieren reconocer a nadie por encima de ellos, aunque sea a su propia madre, la Razón. Pido que no sólo se la absuelva de los cargos, sino que se le reconozca oficial y definitivamente su lugar principal en nuestro Estado.

(La jueza se ausenta un momento, y vuelve para dictar sentencia:)

Fallo de la Jueza.- Oídas a las partes, fallamos lo siguiente: Encontramos a la acusada, culpable de haberse extralimitado en sus funciones para el Ministerio de Conocimiento. Ha quedado en evidencia que ella no posee ningún conocimiento concreto, sino que se limita a ser pura forma, que necesita la información de los sentidos. Es verdad que ella ha elaborado nuestra mejor herramienta de conocimiento, la matemática, pero lo ha hecho porque, sin confesarlo y hasta sin saberlo ella misma, conocía las características generales de nuestro campo de los sentidos, ya que la forma de la experiencia, que es el espacio y el tiempo, la ponemos nosotros a priori, no son características de las cosas en sí mismas, de las cuales no podemos saber nada. Es verdad que la Ciencia no estudia más que los fenómenos, pero para nosotros, seres limitados, no hay más conocimiento que ese.

En cuanto a los demás conceptos racionales, tales como Unidad, Sustancia, Causa y similares, de los que presume la Razón, ha quedado probado que sólo tienen utilidad si son usados por la señora Ciencia.
En lo sucesivo, pues, la Razón permanecerá alejada para siempre de la Teología, y se limitará a prestar sus servicios a la Ciencia, y, como mucho, presentarle ideas muy generales (ideales regulativos) por si le sirven de pista a la Ciencia para seguir investigando las leyes más generales posibles sobre el mundo.
Pero como sabemos que es inevitable que la Razón caiga nuevamente en su error, porque por naturaleza y bienintencionadamente ella siempre busca la mayor unidad posible, la condenamos únicamente a que relea esta sentencia cada mañana antes de desayunar.
En cuanto a su hijo el Metafísico, sugerimos que sea tratado médicamente, hasta eliminar su doble personalidad, y se le emplee luego como mensajero de conceptos muy generales entre la Razón y el departamento de Ciencias, permitiéndosele que conserve el noble nombre de metafísico.
La vista de los demás cargos se aplaza para mañana. Se levanta la sesión.

¿Estás de acuerdo con la sentencia? ¿La recurrirías? ¿Con qué argumentos?

martes, 23 de febrero de 2016

Un tiempo entre la física y la filosofía

Hoy hemos hecho un paréntesis en el TIEMPO, hemos juntado las clases de Física y Filosofía, nos hemos juntado profesores y alumnos de Filosofía y de Física, y hemos pasado dos magníficas horas hablando del TIEMPO.

Hemos visto cómo ya desde que tenemos noticias, los seres humanos se han representado el tiempo sea de forma circular (como siguiendo las estaciones que rigen la naturaleza) sea de forma lineal, con un comienzo a partir del caos (del Agua primigenia, etc.) y de alguna(s) inteligencia(s) que lo ordenaban. ¡A veces estas "cronovisiones" se dan en la misma cultura!

Y cómo los primeros filósofos volvieron a plantearse lo mismo, con Anaximandro y Heráclito por la parte (“allí de donde todo sale, allí regresa con el tiempo…” “este mundo es fuego siempre vivo que se enciende y apaga con medida”) y Anaxágoras, por ejemplo, por otra (al principio todo estaba en todo, y todo fue dividido por la Inteligencia).

Cómo también desde muy pronto se planteó la cuestión de si el mundo es real o irreal, y de si es absoluto o relativo. Platón nos decía que el tiempo es “solo” la imagen móvil de lo eterno, y que es algo relativo en cuanto solo hay tiempo cuando hay movimiento de los astros, pero que ese movimiento es perpetuo o sempiterno (o sea, que el tiempo tiene un origen, pero no cronológico). Aristóteles lo definió, hemos visto, como el número del movimiento según el antes y el después (y hemos visto cómo esto no es una definición circular, porque quizá no es lo mismo estar en orden –antes, después- que cambiar y pasar el tiempo, como también vimos luego). Y cómo dice Aristóteles que el tiempo está en la psique.

Cómo Agustín no sabía qué era el tiempo si se lo preguntabas. Y cómo Tomás de Aquino, a la vez aristotélico y cristiano, llegó a la conclusión de que no se puede demostrar racionalmente ni que el mundo tuvo un comienzo (como le decía la fe) ni que existe desde siempre (según le razonaba “el Filósofos” –o sea, el mismo Aristóteles-).

Cómo Newton y Leibniz disentían, porque el primero creía que tenía que haber un tiempo absoluto, que sirviese de referencia al tiempo de los eventos concretos, mientras que el segundo creía que el tiempo solo es una relación (no una sustancia o cosa) que surge cuando relacionamos sucesos, así que, en ausencia de sucesos, no hay tiempo.

Cómo Kant pensaba que el tiempo no es una propiedad de las cosas en sí mismas, sino de nuestra manera de percibirlas.

Cómo el ingenioso John E. McTaggart razonó que el tiempo es irreal pues, de las dos series con la que nos lo representamos, una de ellas (la que consiste en las nociones de anterior – simultáneo – posterior), está siempre quieta, y la otra (la que usa las nociones de pasado – presente – futuro) puede correlacionarse con cualquier punto de la otra, de modo que ¿cuál sería el presente real y auténtico?: decir que el presente real es el que es simultáneo a nosotros es puro chovinismo, pues para el egipcio nosotros somos futuro y para los jedi nosotros somos pasado.

El propio Einstein se debatió entre ambas cosas: es famosa su frase de que el tiempo es una ilusión, por persistente que sea, ya que en el espacio-tiempo todos los sucesos están colocados para siempre, cada uno en su sitio; además, no existe la simultaneidad absoluta. Sin embargo, alguna vez confesó (al filósofo R. Carnap) que hay algo muy misterioso en el paso del tiempo, pero que tenía la convicción de que eso era inaccesible a la física.

El profe de Física nos contó, después, cómo han evolucionado las mediciones del tiempo, desde los relojes de arena y agua, hasta los modernos relojes que se basan en la oscilación de un electrón.

Y cómo Galileo y Newton descubrieron las propiedades del tiempo clásico. Pero cómo Einstein vino a demoler esa tranquila comprensión cuando nos mostró que la velocidad de la luz es constante, independientemente de que se la mida en movimiento o no, luego que el tiempo se encoje o va más despacio para los que se mueven más deprisa (de donde deducimos que es bueno para aumentar la longevidad salir a pasear o a correr, sobre todo a velocidades cercanas a la luz). Y cómo el mismo suceso no es simultáneo a dos observadores en sistemas de referencia diferentes (por ejemplo, uno subido en una nave y otro fuera).

Y cómo es que, si las leyes de la física son indiferentes a futuro y pasado, vemos que los sucesos ocurren solo en un sentido (no vemos que el cola-cao se deslíe dentro del vaso), y eso sería sencillamente porque los estados “desordenados” son muchísimo más probables que los ordenados, de modo que las cosas tienden, por simple probabilidad, a desordenarse, o, en una bonita palabra para un trágico final, a la Entropía. Todo esto nos lo demostró Ernest con un rompecabezas que le robó el otro día a su sobrino.

Y cómo, por último, la física cuántica le dio otra patada a nuestro sentido común cuando enseñó que no puede medirse con absoluta precisión dos variables de una partícula a la vez, y planteó la posibilidad de que el tiempo conste de “partículas” últimas o “cronones”.

Varias preguntas surgieron por el camino:

  • ¿Cómo se le ocurre a McTaggart decir que no existe el tiempo? ¿Estaba loco?
  • Si el camino a la entropía se debe a la mera probabilidad, esto es, a que los estados desordenados son a priori muchos más que los de orden: ¿no tendría que pasar que, después de un porrón de tiempo, volviese a ocurrir el estado “ordenado”? O sea, si juego la lotería muchas más veces que los números que hay en el bombo, ¿no se va haciendo cada vez más probable y tendiendo a necesario que me toque dos veces, tres…? Esto le daría la razón a locos como Heráclito o los sabios hindúes, que dicen lo mismo.
  • Si el estado inicial del universo era ridículamente improbable, ¿no hacen bien los teístas en sacar de aquí un argumento a favor de la existencia de una Inteligencia creadora (u ordenadora, como la de Anaxágoras), ya que cuando encontramos algo muy improbable (una construcción en medio del campo) se la atribuimos a un ser inteligente? Ya, pero ¿no es también ese presunto Dios un ser altamente improbable, que necesitaría una explicación aún mayor? ¿Tal vez no, porque precisamente lo que es eso lo que define a la Inteligencia (pero no a la energía)?
  • O sea, ¿de dónde sale todo esto? ¿Quizá no tiene sentido decir que surge de ninguna cosa ni que hay ninguna cosa antes del universo? Pero Stephen Hawking ha dicho que el universo nació de unas disimetrías matemáticas: ¿entonces existían las matemáticas antes del universo material? ¿Nos estaremos volviendo… pitagóricos?
  • Una pregunta más: ¿qué relación hay entre la Física y la Filosofía? ¿Se pueden demarcar sus preguntas? ¿Son las del filósofo puramente abstractas, sin contacto alguno con los hechos?
  • En fin, más preguntas que respuestas, la sensación de que no tenemos ni idea de lo que es el tiempo, pero de que no-la-tenemos mucho mejor que antes.

martes, 26 de enero de 2016

certezas y Certezas. Una cuestión cartesiana

¿Por cuál de las siguientes (presuntas) verdades lo apostarías todo:

   a) Tengo dos manos (suponiendo que las tengas, y las puedas ver ahora).

   b) No hay en Alaska una finca cuadrada con cinco lados.

   c) Existo (ahora)
?


(Ver también http://cavernisofia.blogspot.com/2009/11/nunca-te-descartes-ti-mismo.html)

jueves, 7 de enero de 2016

Creer sin/para/con entender. Fe y Razón en el pensamiento medieval

He aquí diversas maneras de concebir la relación entre FE y RAZÓN.

A) Si lo que quieres es encontrar el sentido de las cosas y de tu vida, deja toda filosofía y toda ciencia, limítate a tener fe. La razón humana es incapaz de comprender el misterio de la existencia, el infinito poder de Dios. Es sólo soberbia humana creer que podemos descubrir los secretos del mundo. Pero Dios, en su bondad, nos ha revelado todo lo que necesitamos saber. (Fideísmo). “Reza y trabaja” (ora et labora); “Creo porque es absurdo” (Tertuliano), “Esto es locura para los filósofos” (Pablo). “Sola Fides” (Lutero)

B) La fe es superior a la razón. Por mucho que tu razón te presente creencias evidentes, si no crees antes que tu mente ha sido creada por un ser bondadoso que la ha hecho adecuada para el conocimiento, en vez de por un diablo que te hace equivocarte siempre o por el azar, no podrías saber si todo lo crees es algo más que una ilusión o un sueño. Así que si no crees no entenderás. Pero el creyente tiene también la obligación de razonar lo que cree, y también la razón es una creación de Dios. “La fe buscando entender” “La fe preguntando a la inteligencia”. (San Agustín, San Buenaventura, San Anselmo…)

C) No puede haber contradicción entre lo que nos dice la razón y lo que nos revela nuestra fe, porque ambas nos han sido dadas por Dios. Como nuestra razón es muy débil y se equivoca mucho, si dependiésemos sólo de ella, casi nadie encontraría el sentido de su vida. Por eso Dios nos reveló, por medio de la fe, todo lo importante para nuestra salvación, y dejó a nuestra investigación los detalles científicos. La razón no necesita a la fe para sus investigaciones, sino que le basta con la luz natural que hay en ella (los filósofos griegos, que no conocían la fe cristiana, o musulmana, llegaron a los mayores logros científicos y filosóficos), pero hay verdades que son inalcanzables para la razón (como la Trinidad o la Encarnación de Dios), y que sólo la fe puede hacernos conocer. (Santo Tomás de Aquino y otros filósofos teólogos).

D) Unas son las verdades de la fe y otras las de la razón. Muchas cosas que la fe declara como ciertas (la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, etc) son dudosas o incluso falsas según la razón. El creyente, en esos casos, elegirá su fe, y no intentará demostrar lo que no se puede demostrar. (Teoría de la “doble verdad”, atribuida a Averroes, Guillermo de Occam y otros).

E) La fe es una forma popular de expresar verdades filosóficas que la mayoría de la gente no podría entender si no fuese en el lenguaje mítico. (Racionalismo, gnosticismo)

F) La fe no es más que una forma primitiva y antropomórfica de intentar contestarse a las preguntas naturales y morales. Representa un estado primitivo de la mente humana, que debe ser suplantado por la ciencia basada en los hechos.
("Racionalismo ilustrado")

¿Cuáles de estas versiones crees que te llevaban directamente a la hoguera durante la Edad Media?

¿Qué te parece cada una de ellas? ¿Cuál(es) crees que está(n) más extendida(s) hoy en el mundo? ¿Cómo crees que influyen en la historia?